Lo más normal es que tengamos la idea de que policías fascistoides, militares desequilibrados o hijos de puta en potencia desde el día que nacieron sean el prototipo de “nazis”, de cabrones que abusan de su posición para pasarse de la raya. Pues bien, esta película nos trae la inquietante propuesta de que también padres de familia, taxistas, electricistas y ciudadanos normales de a pie pueden generar un comportamiento agresivo, incluso sádico, si ostentaran el poder de controlar a los demás. De esto trata el experimento y la película, de cómo afecta a personas normales el ponerse un uniforme y tener el poder de controlar al prójimo. Todos nos hemos identificado con los reclusos en este filme, doy fe de que al hijo de puta del guardia nazi ese me hubiera gustado matarle personalmente con mis propias manos, pero ahora hago la pregunta del millón: ¿y si a nosotros nos tocara ser los guardias?, es decir, ¿y si fuéramos nosotros los que pudiéramos putear, humillar e incluso apalear a quien nos diera la gana? ¿Lo haríamos o no? ¿Es el poder el que nos corrompe o es el ser humano malo por naturaleza? Yo no lo tengo claro del todo, sólo hay que ojear las noticias en la televisión para ver más de un lugar donde los presos sufren una indefensión absoluta, una humillación permanente y un tratamiento brutal a manos de sus captores (el que crea que eso forma parte de dictaduras del pasado que se informe sobre Guantánamo o Abu Ghraib).

Centrándome ya en el filme, he de decir que es una magnífica cinta, basada en hechos reales, y que hace bueno el dicho de que la realidad supera a la ficción. Se trata de un thriller psicológico muy duro sobre la condición humana, y posee escenas donde se veja a personas de forma sádica. No obstante, es una cinta que recomiendo encarecidamente a todo tipo de espectadores (ya sean sensibleros o no).

Me ha gustado prácticamente todo: el punto de partida del experimento, la manera de perfilar a los personajes, la atmósfera opresiva en un entorno que simula una prisión, la tensión permanente entre guardias y presos, el buen pulso narrativo, la estupenda fotografía e incluso las escenas de acción al más puro estilo hollywoodiense de su último tercio de metraje. De verdad, es una de esas películas que te enganchan desde el minuto 1 hasta el final.

La única pega que le encuentro al filme es la historia de amor entre el protagonista y su novia. No resulta para nada creíble su forma de conocerse ni el rumbo que toma la relación. Y además, aparte de que nos la meten con calzador, lo que hace es cortar el ritmo de la narración.