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España España · Badajoz
Voto de Pachón :
8
Drama. Fantástico Japón, siglo XVI. Durante la guerra civil, los aldeanos Genjuro y Tobei pretenden hacer fortuna: Genjuro como alfarero y Tobei como samurai. Ambos dejan a sus esposas abandonadas para cumplir con sus ambiciosos sueños. La misteriosa Lady Wakasa, otra víctima de la guerra, se cruzará en el camino de Genjuro. (FILMAFFINITY)
21 de enero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es una de avaricia. Si tuviésemos que buscar un análogo occidental sería el cuento de la lechera. Pero a diferencia de nuestro cuento, la historia Mizoguchi no se centra en la avaricia que gira solamente en torno al dinero, a la riqueza, si no que extiende esta avaricia a otros valores que, sobre todo en las sociedades precapitalistas, es tan importante como el factor dinero a la hora de crear "capital" (social, cultural, simbólico; ver Bourdieu). Estos elementos universales se hacen particulares a la manera nipona y el honor ocupa un lugar importante en el entramado simbólico, como vemos en uno de los arcos. En este caso, los valores a los que apuntan los avaros son tres: riqueza, honor y amor-lujuria.

Otro punto de ruptura importante con el cuento occidental y que además muestra las lógicas más troncales, continuistas y colectivas presentes en la cultura japonesa, es el hecho de que los efectos de la avaricia y la ambición no solo afectan a los avaros, si no que se amplifican y se hacen notar en la piel de otros sujetos con los que mantienen relaciones. Así, por ejemplo, el ansía de dinero de un marido termina por suponer la destrucción (parcial o total) de la unidad doméstica a la que pertenece.

Para desarrollar la trama se recurre al imaginario popular en su forma japonesa aunque su estructura (si recurrimos a Lévi-Strauss y su teoría estructuralista) la podemos encontrar en otros muchos relatos a lo largo del tiempo, el espacio, y las culturas. Aunque se ambiente en la época de las luchas entre señores de la guerra, shogun o daimyo, por la supremacía política del Japón durante el periodo Sengoku, veamos samuráis por todas partes e intervengan personajes folklóricos japoneses; no podemos evitar que nos sentamos muy cercanos a la historia (y sus temas) que se nos narra pese a los elementos "exóticos". Esto se debe en parte a las estructuras simbólicas pero también, y muy importante, al trabajo de Mizoguchi.

Durante toda la película nos vemos expuestos a una sucesión de imágenes muy bellas, estéticas, que tienen valor por sí mismo. Los elementos que aparecen y su composición, unido a los tiros de cámara y los planos utilizados, dotan a las imágenes de esa poética que tienen. Cada fotograma es un cuadro.

Pero como en la cinematografía no solo valen las imágenes per se, sino que importan mucho, incluso es la principal característica, como se articulan entre ellas y con otros elementos como el guión o la banda sonora. En este aspecto (advierto que sé poco y tengo poca experiencia) la película también brilla, pero brilla dentro de lo convencional y no de lo "experimental", al menos para los ojos de un espectador de 2018. Los planos no tienen mucho movimiento y cuando lo tienen es sutil y pausado, dejando muy claro lo que está pasando y lo que vemos; el montaje es sereno, calmo, tranquilo, se toma su tiempo para cada cosa. No encontramos sucesiones rápidas, vertiginosas y confusas. Estas características casan muy bien con la acción narrativa, que es estoica y misteriosa.

Pensar que por eso estamos ante un film técnicamente mediocre, incluso malo, sería pasarse tres pueblos. En ningún momento la película se hace aburrida y nos logra transmitir la sensación lenta, densa, tranquila (que no aburrida) tanto gracias a las imágenes como a la narrativa y la historia, elementos que casan todos de una manera estupenda.

En general, "Cuentos de la luna pálida de agosto" es una muy buena película en muchos aspectos, aunque a lo mejor nos puede dar sensación de anticuada por motivos obvios. Pero si buscas una película que tenga esa atmósfera de cuento, de leyenda de mito, ese tono folklórico atávica, esta es una muy buena elección.
Pachón
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