Para mí, Les yeux sans visage se queda a las puertas de algo grande. A las puertas de alcanzar ese estatus que solo unas pocas alcanzan, el de obra maestra.

Funciona bien desde el principio como Thriller, aunque irremediablemente se quiera ver otra cosa u otra intención, y se quiera criticar el hecho de no encontrar el terror que algunos vendrán buscando. Es innegable, más allá de la decepción que la sed de miedo pueda provocar, que bajo Los ojos sin rostro se encuentra un thriller denso y frío como pocos.

Un guión que arriesga, esta es la clave. Acabarás de ver Les yeux sans visage con una satisfacción dudosa, dependiendo de tu expectativas, claro está. Pero no podrás decir que la historia te ha dejado indiferente. Porque el guión llama tu atención desde el principio, asume riesgos. Y el único camino para hacer algo relevante (en el cine, en el arte o en la vida) es asumir riesgos. De la relevancia de la obra habría que preguntarle a Almodóvar, que podría haberse inspirado aquí para rodar “La piel que habito”.

También asume ciertos riesgos la película a nivel artístico, con una puesta en escena personal y bastante engañosa, que nos oculta al principio para ser completamente explícito más tarde. No obstante, asumir riesgos no es siempre sinónimo de acierto, y la película queda a nivel artístico, “sólo” en notable.

Tampoco el nivel de interpretación destaca sobremanera. En este sentido da la sensación de cierta indiferencia al encontrarte con personajes que, por otro lado, poseen un perfil magníficamente definido. Mi sensación es que a nivel interpretativo se podía haber hecho algo más.

Y estos dos últimos párrafos no vienen más que a querer definir el espacio que separa la película de la excelencia. No la alcanza, pero no le anda lejos.