Los personajes se mueven en la pantalla, cómicos personajes de diferentes escalas sociales, satirizados, en una historia, en un drama, personal y social, pero son aburridos, mundanos, vistos mil veces, con la misma canción de siempre, la del amor, la del dinero, la de la salud, canciones sin futuro, con palabras muertas.

El ciclista, el único, vivo, el verdadero poseedor del título, es a fin de cuentas el gran olvidado, su drama, es el del pasajero que te acompaña tres filas más adelante en el avión, o tres butacas más allá en el cine, un espectador maldito, por un penoso director incapaz de comprender quién es el protagonista, el Capital Humano.

Decepcionante, muy decepcionante, sobrevalorada y fría como un helado en verano, que acaba derritiéndose al poco tiempo en el paso del minutero.