Es posible que un nuevo visionado de este clásico de George Cukor nos lleve a la decepción de que, como supuesta obra maestra, la cinta no alcanza el nivel que cabría esperar de un filme protagonizado por tres grandes estrellas, y que parte de unos mimbres ideales para un gran filme de enredo.

La culpa no es de que la obra haya envejecido mal, sino de una flagrante falta de calidad en el guion, adaptado a partir de un libreto de Broadway.

Efectivamente, en un tiempo en que se filmaban grandes títulos del séptimo arte, en los albores de la época dorada del cine negro y la comedia romántica, Grant, Hepburn y Stewart se embarcan en un proyecto en el que no se saca un mínimo partido a las situaciones a priori cómicas, con unos diálogos que entran en bucle y en los que los personajes parecen perdidos (esa cara de despistado de Cary Grant, a quien no favorece en absoluto su papel).

La falta de coherencia en los guiones siempre se perdona en las grandes películas, en las que no importa una evolución poco creíble de los personajes, o una ambigua resolución de situaciones complejas, pero en este caso debemos convenir en que hay 'papeles' difíciles de justificar, sobre todo a medida que se acerca el final de la película (sería pretencioso hablar de desenlace):