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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
5
Terror JT y Rickie, dos amigos con el pelo graso peinado hacia atrás al estilo de los Rebeldes de Coppola, pasan su tiempo en una fábrica abandonada donde descubren a una chica, envuelta en plástico, que jamás termina de morir. JT la convertirá en el objeto sexual y de fascinación de sus compañeros de instituto, mientras Rickie intenta defenderla del perverso juego necrófilo. (extraído de CinemaSitges.com). (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2010
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mediados de los sesenta se hizo un curioso experimento en la universidad de Yale –experimento Milgram-. Se reclutó a un centenar de voluntarios y se les invitó a participar en un estudio sobre la “memoria condicionada”. El experimento consistió en meter a cada uno de los voluntarios en sala de control monitorizada, dotada de un regulador, y pedirles que fueran aumentando el nivel paulatinamente. La gracia del asunto era que en la sala contigua, perfectamente visible, había un sujeto conectado a una docena de electrodos pegando botes y dando aullidos, y que cada subida significaba un aumento de la intensidad de la corriente…

Por supuesto, el verdadero propósito del experimento no tenía nada que ver con la memoria, qué coño, sino que todo era la e
excusa para un gran “test de empatía” al estilo Blade Runner; se trataba medir hasta que punto somos hijoputas e insensibles ante sufrimiento del prójimo. Y el resultado no fue bonito: el 65% de los participantes llegaron al máximo (a pesar de los lloros, súplicas y convulsiones del actor que hacía de victima). O sea, que tras dos de cada tres de los simpáticos y educados tipos con los que nos relacionamos cada día esconden a un psicópata que, dado el caso, te torturaría hasta la muerte sin pensárselo mucho. ¿Reconfortante, eh?

Pues bien, esta pelí, batiburrillo de géneros que pasa sin el menor complejo del gore a la comedia negra y al casi drama costumbrista, en el fondo va de eso: del pequeño (o gran) hijoputa que todos llevamos dentro: de nuestro monstruo particular. A saber: dos niñatos, mientras vaguean por el sótano de un psiquiátrico abandonado, se encuentran a una mujer atada, desnuda y aparentemente malherida, y lo primero que hacen es… violarla y “adoptarla” como esclava sexual. ¿Exagerado y ridículo? Tristemente, no: todo “patriota” uniformado, por ejemplo, da igual la guerra, sabe que una de las pocas cosas “buenas” que tiene alistarse es poder “confraternizar” con cuanta aldeana te encuentras sin tener que dar explicaciones. Y si piensas que “esas cosas ya no ocurren, salvo entre los ‘negritos incultos’”, puedes ir preguntándole a los chicos de A.I. qué tal les ha ido a las mujeres iraquíes con la ocupación…

Por supuesto, éste es un tema tan brutal que sería insoportable tratado sin ambages, así que, muy inteligentemente, se sacan de la manga el punto surreal de que la infeliz resulte ser un zombie, cosa que, por supuesto, además de rebajar el tono y calmarte la nausea, abre la puerta a todas las tópicas situaciones que ya te estás imaginado… Y sin embargo, lo repito, que la tía este ligeramente descompuesta y apeste (cosa que no parece importarles a nuestros fogosos protagonistas) es, al igual que en los clásicos romerianos, una excusa que refuerza la moraleja de la fábula: los zombies son con diferencia los menos “podridos” de la historia.

Recomendable. Con todos sus fallos, merece un visionado, aunque sea por su originalidad y brutal sarcasmo.
Jinete nocturno
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