Trey Parker y Matt Stone, ante la victoria electoral de Donald Trump, se plantearon dejar de hacer South Park. No creían estar a la altura de los surrealistas exabruptos tuiteros del nuevo presidente; reflexionaron seriamente que el modo en que Trump gestionó su campaña, era infinitamente más cómico que cualquier chiste que pudieran poner en boca de Cartman y compañía. No les falta no les sobra.

Hay un USA dividido y confrontado abiertamente en la era post-Obama. Gobernando Trump, nadie puede sorprenderse con estas idas y venidas de los personajes que interpreta Sasha Baron Cohen; son extremos y grotescos, de trazo grueso, excesivos, buscando constantemente el malestar en el receptor desde la caricatura recalcitrante. Es extenuante cómo pretende soliviantar a las personas que va entrevistando, si no consigue desquiciarles, escala en las majaderías que les suelta resultando lamentable. El comentario crítico pierde toda su fuerza.

Los argumentos que emplea para mosquearles son indefendibles y cuando pretende sostenerlos resultan ridículos; al contrario que con personajes como Ali-G, Borat o Bruno, donde el personaje era sólido y se mantenía fijo en su construcción con ese toque de ingenuidad y candidez que hacía picar el anzuelo. En su pantomima conseguía destilar algo de verdad, era una realidad alternativa consistente, aquí Sasha se pasa de frenada y ni aporta demasiado ni consigue sacar titulares suficientemente comprometidos de los entrevistados. Hay claramente mucho trabajo de edición y pactos fuera de cámara. El truco se ve, y deja al mago al descubierto sobre el escenario sin nada más que ofrecer.

A estas alturas, escuchar a un decrépito Dick Cheney fanfarronear de sus días como Señor de la Guerra, no sorprende como podría haberlo hecho cuando era vicepresidente. Que gente como Cheney es execrable ya estaba claro, subrayarlo, no va a ninguna parte. Un comentario crítico sobre las fake news, no descubre nada que no sepamos.

Si me hubieran dicho que Milo Yiannopoulos era un nuevo personaje de Sasha Baron Cohen, habría flipado y aplaudido por cómo había captado la esencia de un neocón nacido en los 90´s; la finura con la que está desarrollado me habría volado la cabeza, pero por desgracia, Milo no es un personaje, es el paladín millenial de la Alt-Right y como alguien consagrado al debate, poco rival tiene, como caricatura, está a años luz de nada de lo que se pueda ver en "Who is America?".

La era del clickbait ya lleva un tiempo con nosotros y comunicadores como Álvaro Ojeda son los nuevos líderes de opinión en esta sociedad fragmentada y sometida a la celeridad del consumo de estímulos de las redes sociales. Sasha Baron, llega tarde, y muy lejos de la realidad viral que estamos viviendo.