Triage supone un duro drama que Danis Tanovic visualiza con no pocas escenas crudas por realistas. Nos abofetea, como ya hiciera con la oscarizada y multipremiada "En tierra de nadie", mostrando el contraste atroz entre el lugar donde uno entra a sentarse en una mullida butaca a comer palomitas mientras comienza la proyección, y otro sitio menos amable: uno de muerte cotidiana. En este caso, materializados entre Dublín y el Kurdistán iraquí a finales de los años ochenta. Este último recreado con autenticidad en tierras alicantinas dentro de lo que es una coproducción entre Irlanda, España, Francia y Bélgica.

Colin Farrell, entregado a su papel como en los mejores momentos de "Tigerland" o "Escondidos en Brujas", nos enseña la conmoción que supone en un reportero de guerra esa diferencia entre el mundo plácido del que procede y el de los proyectiles que rifan la muerte más allá de los límites de la comodidad. Una muerte aleatoria que depende en este caso de que a uno le toque la papeleta amarilla o la azul. Ese lugar llamado Triage hace grande por estremecedora la película ya en las primeras secuencias donde se nos introduce el mundo del doctor Talzani encarnado por el actor bosnio Branko Djuric con pasmosa y fría sinceridad.

Aunque quizás después y por momentos -cada vez que se regresa a las calles dublinesas- el desarrollo de la historia pierde algo de fuelle, mantiene no obstante la garra en la cruel comparación y no deja de mostrarnos además una interesante interpretación del veterano Christopher Lee que con su personaje intenta ahondar en los secretos que atormentan al protagonista metiendo el dedo en la llaga con alguna frase de profunda carga: "para sobrevivir hay que aprender a enterrar a los muertos".

Otra implacable antítesis es la que plantea la búsqueda de la belleza dentro del horror con el fin de denunciarlo... Ahí reside el trabajo de reporteros como los que aquí vemos; y también paradójicamente el del propio director, a quien se le ve artísticamente más maduro elaborando las composiciones y jugando con las imágenes de primer plano fuera de foco frente a fondo nítido y viceversa, alternando la importancia de los objetos y sujetos en pantalla. Belleza de esperanza o desesperanza, los dos puntos de vista que distinguen a uno y otro amigos fotógrafos que son el corazón de la trama. Como rubrica el sereno, atractivo y medido personaje interpretado por Paz Vega en otro diálogo sin desperdicio: "Hay magníficas fotos que no colgaría en la pared".

Sácame de este lugar de muerte cotidiana y dame la seguridad de vivir más allá de la frontera, más cerca del olvido que de la memoria, donde puedo comprar periódicos y revistas para ver guerras de papel cuché en las que la metralla no dañe siquiera a veces ni mi conciencia.