Precioso trabajo de Paul Greengrass con un guión adaptado que va creciendo según avanza el metraje hasta un final que completa la historia con esperanza. Nos lleva hasta ahí acompañados por el polvo del camino, las ruedas del carromato, el galope del caballo, los silbidos de algunas balas, noches bajo las estrellas y el bello paisaje de campos y colinas bajo un sol que nos abraza.

Hay química en la pantalla entre un papel maduro y emotivo de Tom Hanks y una expresiva y jovencísima Helena Zengel. Y la química se traduce en los personajes del capitán Kidd y la niña Johanna encajando el uno con el otro como un guante. Dos solitarios derrotados a los que une el caprichoso destino para darles la oportunidad de encontrar un lugar en el mundo.

En el apartado técnico destacan la fotografía y un montaje que conducen la narración con solvencia no dejando nunca que decaiga la trama que paso a paso, sin prisa pero sin pausa, avanza haciendo cada vez más interesantes a sus protagonistas hasta hacernos sentir empatía e interés por el final del viaje en el que van cruzándose con variopintos personajes. Un final de viaje que no decepciona.

La película es bastante fiel a la novela original de la escritora estadounidense Paulette Jiles, quien basó el personaje del capitán en alguien real: el tatarabuelo de un amigo que viajó en la década de 1870 por el norte de Texas leyendo en voz alta de pueblo en pueblo las noticias de periódicos de lugares muy distantes. Contaba Jiles, quien también se documentó bastante sobre niños de colonos capturados por kiowas y comanches, que se dice que la historia la escriben los ganadores, pero que ella cree que la escriben los supervivientes.

Es así que en gran modo esta película, desde la ficción, nos habla de la realidad. Incluso de nuestra realidad. Dos personas perdidas cambian para siempre cuando descubren al encontrarse que cada uno es para el otro una razón para vivir.