Juntos forman este especial cuento de hadas dramático una niña superdotada, una mujer madura que esconde más de lo que aparenta tras sus espinas, y un maestro de sabiduría oriental con la apariencia de un hombre de hoy. Y resulta un cuento de hadas porque sus personajes se equiparan con conocidos arquetipos modernizados de este género. Así la pequeña Paloma bien puede ser el Hada Madrina, la portera Renée sería Cenicienta y Kakuro el príncipe -aunque encantador más que encantado-.

Es una historia de solitarios que esconden algo, solitarios con un vacío dentro, a los que el azar reúne como vecinos en el número 7 de la calle Grenelle de París, y les enseña a conocerse entre sí, a descubrirse, a complementarse... A forjar ese extraño vínculo que aunque muchos fingimos encontrar a raudales durante nuestras vidas, en verdad pocas veces encontramos: la amistad. Amistad o "todo lo que queramos", como declara el príncipe a su cenicienta.

Aunque con trasfondo de cuento, debido a que trata la amargura de la existencia, las soledades, el tiempo perdido, la filosofía de la muerte y el caprichoso azar, es por encima de todo una historia dramática. Dramática como la vida misma... Los protagonistas aprenderán unos de otros, se complementarán para comprender mejor lo que significa la vida. Por eso, aunque la película contiene una elevada dosis de melancolía, es también un canto a la existencia, a la necesidad de seguir adelante, como pez de colores que renace aunque siempre sea para permanecer en una pecera.

El guión, al igual que la novela que adapta -"La elegancia del erizo" de Muriel Barbery-, está lleno de sutilezas, referencias culturales y pausada belleza, amén de pequeños detalles irónicos -como la "gran" imaginación de esos padres que bautizan a sus dos hijas de igual modo aunque en diferentes lenguas: Colombe y Paloma-. La realización de Mona Achache dota de esa misma elegancia también a la forma de la película con la alternancia entre la fotografía de la cámara fija y la subjetiva del entorno visto por la cámara de vídeo que continuamente lleva la niña en sus manos; con una música orquestal de notable composición; y con unas animaciones gráficas que rezuman arte además de simpatía.

En conjunto este erizo trasmite al espectador la elegancia de un trabajo hecho con esmero, reflexiones sobre los seres humanos, y una moraleja como todo buen cuento que se precie de serlo: "Si morir es no volver a ver a quienes amas, sí que es una tragedia".