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España España · Madrid
Voto de Pedro:
8
Drama En plena postguerra, Pepita (María León), una joven cordobesa, abandona su aldea y viaja a Madrid para estar cerca de su hermana Hortensia (Inma Cuesta) que está embarazada y en prisión. Una vez en la capital, se enamora de Paulino (Marc Clotet), un valenciano de familia burguesa que sigue luchando en las montañas de la sierra de Madrid. (FILMAFFINITY)
6 de mayo de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Millones de voces quebradas por el olvido. Entre lágrimas y mecidas por una nana de la hierbabuena: “Ay mi niña morenita no te asustes con mi pena”. ¿Día de La Victoria? ¿Dos bandos?

Las campanas, como diría Hemingway, no doblan precisamente por los vencedores. Hoy hay aún demasiadas voces dormidas, demasiada historia acallada, contadas y repetidas las mismas mentiras o medias verdades que envenenaron tantas mentes durante cuarenta años. Ocho lustros que más que pasado y reconciliación son presente y tristeza en un país donde casi ochenta años después del Glorioso Día del Alzamiento Nacional se silenció también la voz del único juez que ha buscado traer justicia a los vencidos, a los masacrados, a los usurpados…, mientras los huesos de un dictador siguen impertérritos en el fausto mausoleo, en el gran monumento a su persona y al nacionalcatolicismo. Las voces siguen aún dormidas. Benito Zambrano, tomando el pulso a la novela de Dulce Chacón, quiere dejarlo ahí patente, con una producción cinematográfica cuidada, fotografiada con detalle, interpretada con mérito y sentimiento. Para gritar con la boca de una de las protagonistas: “Nosotros no empezamos la guerra”.

Pero en la mísera realidad del siglo XXI aún se discute la posesión del “nosotros”. Y no pasará nada, porque los vencedores aún vencen. Porque hace tiempo que no somos otra cosa que seres de cartón piedra en un mundo de cartón piedra, en el cual millones de voces muertas seguirán en fosas comunes de campos, caminos y tapias; sin justicia, sin reparo, sin verdad. Mientras millones de voces de vivos seguirán dormidas. Y lo más doloroso aún: sin razón. Porque la razón es una patraña. Cada uno tiene sus razones, y “la razón” al fin y al cabo la termina por poner la “historia”. Esa que dicen que escriben las personas, obviando siempre que suele realmente hacerse con la imprenta que pagan los poderosos. A ellos les importa poco por quién doblen las campanas, porque también pagan para que doblen por quien haga falta.

Suena la nana mientras miles de Hortensias caminan al patíbulo. "Que las lágrimas que corren riegan a la hierbabuena, duerme, niñita, duerme". En los ojos de quienes forman el pelotón de fusilamiento no hay odio ni arrepentimiento, sólo un vacío.

Duermen sus voces, y hoy también aún las nuestras.
Pedro
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