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España España · Madrid
Voto de Pedro:
5
Comedia. Drama. Thriller En 1937, en plena guerra civil, tropas republicanas irrumpen en un circo, durante el espectáculo, con el objetivo de reclutar a sus empleados para luchar contra las tropas nacionales. Mucho tiempo después, en los últimos años del franquismo, dos payasos (Carlos Areces y Antonio de la Torre) luchan por el amor de una atractiva trapecista (Carolina Bang). (FILMAFFINITY)
12 de enero de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Álex de la Iglesia dirige uno de los más logrados arranques de película en la historia del cine español. Desde un título sugerente, pasando por la presentación de los créditos, y hasta la que probablemente sea la mejor interpretación nunca vista de Santiago Segura en una introducción guerracivilista que promete.

Pero a partir de ahí el guión toma un punto de inflexión que poco a poco entra en el más puro y duro desvarío. El triángulo amoroso que resulta el pivote central de la película se vislumbra como algo manido y poco imaginativo, así que la imaginación se desborda valiéndose de la sucesión de escenas que pasan escalonadamente de lo asombroso al absurdo, con alguna escasa y aislada pincelada de genialidad de humor negro -como puede ser la escena del atentado a Carrero Blanco- y poco más. Todo sin otro aliciente que una meritoria puesta en escena donde sobresale la técnica (fotografía, sonido, música) y la estética de las imágenes, la iluminación, el color, la planificación de las tomas, el maquillaje, la ambientación... Sin lugar a dudas una labor de dirección sobresaliente para un guión en definitiva mediocre.

Al final las sensaciones hacen que uno recuerde el inicio burlesco donde la aparición de los patrocinadores (ICO, Gobierno de España, etc...) va acompasada por sonoras carcajadas. Toda una premonición de lo que parece obra de un grupete de gamberros riéndose, eso sí con cierto estilo, más de hora y media del respetable. Luego, quince nominaciones a los Goya... No se extrañe si tras el final, ahí aferrado a su butaca, se le queda cara de payaso triste.
Pedro
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