La juventud de hoy es privilegiada en muchos aspectos, sobretodo en cuanto a ocio se refiere. Los de mi quinta vivimos algo muy diferente y por eso valoramos bastante más que ellos lo que tenemos ahora. Móviles, ordenadores, televisión a la carta, series y películas a miles.

No os voy a dar una charla de antaño, pero ésta película era de esas que esperabas con ahínco para el sábado o domingo al mediodía, pura aventura, de esas que te ataban al asiento y no te levantabas ni para ir al cuarto de baño.

Pues Ron Howard por largos minutos me ha devuelto a mi niñez y se lo estaré muy agradecido. Me ha sorprendido gratamente como arranca ésta bella historia y como se desarrollan los hechos, que jamás se me pasaron por la cabeza cuando leía la obra que inspiró. Siempre me ha encantado ese tira y afloja entre el ser humano y la naturaleza. Como parece que es imposible de comprender que pueden ir de la mano sin el menor de los problemas. No todo es blanco y negro, si el mundo conociera más matices, seríamos todos más felices sin duda.

Chris Hemsworth se disfraza de protagonista y lo hace realmente bien, porque hace al personaje humano y real, me lo creo y empatizo con él. Punto pelota. Me simpatiza mucho también ver ese mundo militar y de honor que se da en los barcos, aunque siempre hay algún mendrugo que se lleve mejor con la botella que con el resto de compañeros de travesía. Como era el mundo en esa época, y la importancia que ya tenía el combustible para una vida en vías de desarrollo y buscando acercarla más a las comodidades futuras. ¿Y de dónde procede el material necesario para obtener luz? Pues de la grasa de la ballena. Por eso todo gira en torno a misiones arriesgadas, alejamientos de la familia y peligros en alta mar. La recompensa valdrá la pena...o no.