Es una pena que las nuevas generaciones huyan del cine clásico, ya sea por ser en blanco y negro o por ser muy antiguo. La quimera de oro tiene 90 años, pero es muy actual. Es cine del que se puede disfrutar en pleno 2015.

Chaplin era un genio, se inventó un personaje de camino a un vestidor y ahí nació Charlot. Este vagabundo con dotes de caballero y con una vestimenta más bien de carnavales, ha sacado y sigue sacando muchas risas, a pesar de que apenas abre la boca y jamás escuchamos su voz. Era un genio en la dirección, con poco hacía demasiado. No hay apenas acción, ni efectos especiales, ni una banda sonora digna de encomio, pero hay mucho sentimiento, mucho sentido común y muchas miradas y gestos que dicen más que mil palabras.

La fotografía en el primer acto es muy bonita, a pesar del blanco y negro, y cuando nos adentramos en la historia del pobre vagabundo que se juega la vida en las montañas para encontrar oro y tener un futuro más esperanzador, comienza el espectáculo. En el cine de Chaplin siempre hay lugar para las risas y el humor, pero también para los golpes, las caídas, el romanticismo y hasta el peligro de perder la vida.

Es que por más que intente explicarlo, no se puede obtener tanto con tan poco.