Seguramente habré visto cientos de películas similares a esta y a pesar de todo, me sigue enganchando. Todo aquel film que comience y me enganche a los pocos minutos y me haga pensar desde ese momento en su desenlace final, me tiene ganado. Trance cumple por lo menos en este apartado con creces.

Una galería, una subasta, una obra muy valiosa, un plan de robo, todo parece ir en los cauces normales, pero ocurre algo que no estaba en dicho plan. Uno de los participantes se pasa en su papel para hacerlo más creíble y recibe un fuerte golpe en la cabeza. Todo quedaría en una anécdota si no es por el hecho, de que ese fue el que escondió la obra y ahora ha perdido la memoria y no sabe donde dejó el valioso motín.

Aquí comienza el espectáculo. Torturas, maltratos psicológicos, hipnosis, todo vale para bucear en la mente de Simon, quien no entiende lo que ocurre dentro de su cabeza. Danny Boyle nos transporta a un mundo casi nuevo para los espectadores, donde lo real se mezcla con lo ficticio y tendremos que andar atentos para diferenciar lo uno de lo otro y no perdernos durante la proyección. Sus giros argumentales lo mejor, quizás a muchos al principio les parezca algo exagerado y no les faltará razón, pero el resultado por lo menos para mi es muy satisfactorio.

Los movimientos de cámara, los reflejos, hasta el simple charco de agua te hace ver la realidad de otra forma. Ya anticipo que las actuaciones son correctas, sin destacar a nadie en especial, por lo menos yo.

Película recomendable, sin esperar nada nuevo y con poco ánimo de exigencia.