¿Se imaginan a Jeremiah Johnson en pleno siglo XXI viviendo en el centro de Madrid? Yo la verdad que no. Hastiado de todo, no lo veo cogiendo los bártulos y tirando río Manzanares hacia arriba en busca de la montaña y la vida salvaje.

Pero si que es un pensamiento que alguna vez hemos tenido casi todos. Huir de esta vida loca y problemática que nos rodea y dejarlo todo para vivir en plena naturaleza de una forma sencilla. El desertor Johnson tenía más que motivos suficientes para tornar esa idea en algo real, había huido del ejército en esa guerra entre Estados Unidos y México y debía marchar hacia un lugar muy lejano donde el hombre apenas haya puesto el pie allí.

Sydney Pollack con su maestría habitual nos presenta al tal Jeremiah y sus alocados sueños y poco a poco nos irá mostrando como con el tiempo y una caña, no era tan rocambolesca esa idea. Para ello tendrá que vivir un tiempo con un viejo trampero experimentado en esto de sobrevivir en las montañas, quien no solo lo enseñará a sacar todo lo mejor de la naturaleza en las condiciones más terribles, sino que le dará consejos personales que tendrá que poner en práctica en un futuro. Se encontrará en esa travesía a un conocedor de las tribus indias, quien lo instruirá positivamente como manejarse entre los más sociables y los más salvajes. Y ya de por sí, tendrá la oportunidad de poder encontrar un sitio estupendo para establecerse y contar con una futura familia.

Pero recordemos una cosa, un sitio salvaje, es siempre salvaje y esto le enseñará una lección no muy agradable a nuestro protagonista.

Estupenda y grandiosa la actuación de un magistral Robert Redford, quien le da una credibilidad absoluta al personaje sin entrar en la sobreactuación. Una excelente fotografía aprovechando la naturaleza.