Ver a un monstruo de la pantalla como Ricardo Darín, es más que suficiente para justificar el precio que pagué por la entrada. Si a esto le sumas a su pareja femenina Belén Rueda, lo hace mucho más atractivo, pero…antes de ver la película.

Patxi Amezcua presenta un producto muy ingenioso al espectador, aprovechando el efecto negativo que crea el ambiente en el cual se desarrollan los acontecimientos, me explico. Sabe rodearse de material suficiente y eficiente para crear el malestar en todo aquel que se preste a ver la película. Una pareja a punto de divorciarse, unas normas que se saltan a la torera, un ascensor casi descalabrado, con unas rejas que aumenta el efecto de claustrofobia, un edificio, dos escaleras, en principio todo controlado, nada más lejos de la realidad. Al ser humano lo desconcierta mucho el acontecimiento que ocurre muy cercano y no le encontramos una explicación digna. Pero si lo puse aquí, si lo acabo de ver ahora mismo, si tendría que estar aquí, ¿quién no ha vivido momentos así en su vida?

Para aumentar la atmósfera de desconcierto, abusa muy inteligentemente de primeros planos, y cuando el padre quiere ver una zona amplia, en lugar de la cámara hacer un barrido y mostrarnos información, hace todo lo contrario, gira alrededor del protagonista, cerrando las puertas al espectador a la mínima información del suceso. Pero con un pequeño matiz, no consigue crear la intriga, sino aumentar la angustia. La historia en ningún momento la entiendes como un thriller, sino como un producto que juega con tu angustia de ser padre y ver como pasan los minutos, las horas y no entiendes donde pueden estar tus hijos.

La trama es interesante, pero fallida. En ningún momento tienes la oportunidad de desconfiar de nadie prácticamente, porque no conoces a nadie, no ha habido una información previa de personajes o historias a las cuales te puedas agarrar. Darín representa la angustia, el desconcierto, la desesperación, la locura. Mientras que la madre no refleja esos sentimientos tan claramente, mostrando las cartas en seguida. En ningún momento me he creído el personaje de Belén Rueda, me ha parecido muy cínica y poco natural. Ojo, es un elogio a su actuación, porque creo que esa es la idea del director, sentir empatía por el padre que es el que ha provocado la situación y odiar un poco a la madre, que lo quiere culpar a toda costa.

Historia interesante desde el punto de vista de un padre-espectador, donde la incertidumbre será la bandera de la historia.