Si esta película la llego a ver en 1984 tendría sin duda una nota mucho más baja, pero habiéndola visto en el año 2015, conociendo a sus creadores y directores, reconoces el sello Cohen a la vista y es donde la disfrutas más.

Con claras intenciones de seguir el cine negro clásico, los Cohen nos muestran una película donde su gen queda de manifiesto desde el principio, con las primeras tomas. Una escena en el interior de un coche a oscuras, donde no se ve claramente a ninguno de los protagonistas, donde comienzan un diálogo que no sabemos ni a quien se refiere, ni hacia donde se dirige. Todo muy a escondidas, muy meticulosamente desarrollado por los dos jóvenes amantes. A raíz de la llamada telefónica de la mañana se pone en marcha no solo el plan del marido, sino el desarrollo general de la trama de la historia. Si me preguntaran si los personajes están perfectamente definidos para el espectador, diría que si, aunque entre ellos existe un caos que me resulta hasta ridículo. Es como que tu mano izquierda no supiera lo que hace la derecha. El marido, el detective, el amante, la esposa, el negro del bar. Parece un grupo de personas que no tienen nada que ver los unos con los otros, cuando se debería conseguir todo lo contrario. Yo estoy aquí y hago esto, pero creo que aquel estaba allí e hizo aquello y así sucesivamente. Por momentos no entiendes ni donde se sitúa la historia, ni donde están los personajes, ni hacia donde se dirige la trama. No sabes si lo sueñan, lo piensan o está ocurriendo. Repito, conociendo el cine de los Cohen ahora no me extraña nada de esta deliciosa locura.

Si buscáis acción no la vais a encontrar ni en el mechero del detective, pero intriga y suspense todo lo que se podría esperar de una película de este género.