Con Sabrina me ha pasado una cosa un poco extraña conociendo mis gustos. Me explico. Soy un seguidor incondicional de Billy Wilder y reconozco a todas luces su talento innato para hacer comedias. Pero no me terminan de cuadrar todas las piezas para anotarla en la columna de las maravillas del director.

Normalmente Wilder escoge un reparto de actores con un don especial para hacer reír en sus comedias, de ahí que disfrutemos de todo, argumento, guión, historia, reparto, actuaciones, diálogos, etc. En mi opinión, la historia me la imaginaba encaminada hacia una versión del patito feo en la piel de una chica que es la hija del chófer de una familia millonaria y la cual se ha criado prácticamente con los hijos de dicha familia y ella lleva enamorada mucho tiempo del menor de los hermanos. Un sueño efímero. Pero no, el director nos sorprende dando una vuelta rápida y poniendo al patito feo como cisne a las primeras de cambio. ¿Y ahora? Pues queda la parte fuerte, una chica...dos hermanos. Uno que le tira los tratos a todo lo que lleva falda y otro que se pasa tanto tiempo trabajando que no se le conoce ninguna relación amorosa. En un cóctel de personajes y situaciones, ambos hermanos tratarán de llevar a cabo sus respectivos planes con respecto a Sabrina, pero con un final muy diferente en ambos casos.

No creo que Sabrina tenga un tema interesante para desarrollar una gran comedia y eso me ha faltado, lo incluyo más en una especie de drama, con muchos toques de humor, no por las situaciones dantescas, las cuales escasean, sino por los grandísimos diálogos donde destaca el sentido del humor. El reparto en su mayoría cumple sobradamente con el cometido de una buena comedia, pero esta vez no puedo decir que la figura de Audrey me haya hecho reír más tiempo, que sentir lástima por su persona. Y el gran Humphrey, su sentido sarcástico que derrocha en sus papeles de cine negro me han hecho mucho más gracia, que el papel que le ha tocado defender en esta ocasión.

Así y todo he disfrutado bastante con la película.