Si nos remontamos a la primera entrega Acorralado (1983), con su título original First blood, llegamos a la última entrega, si no cambian los planes, con un título acorde a la saga, Last Blood. Tenemos principio y fin.

Me hace gracia lo que he leído de los críticos, que supuestamente son los entendidos, pues yo he de decir, que no estoy nada de acuerdo con ellos. Ni el personaje se ha vuelto light, ni ha tenido una vida para hacer túneles, ni los malos lo descubren a la primera. Parece ser que la han visto por encima.

Si en un principio teníamos a un exvietnamita intentando regresar a la civilización y encontrándose el rechazo de su gente y su nación, creando esto una serie de temores y desconfianzas que lo dejó bastante tocado. Sólo había una forma de liberar ese odio, cuando le salía una nueva misión. Last Blood nos presenta al John Rambo más humano, al más centrado, al que piensa en vivir y disfrutar de la vida al lado de su nueva familia, pero un hecho dramático de alguien muy cercano, nos devolverá a ese hombre que según el Coronel Truman, era capaz de comer cosas que harían vomitar a una cabra.

Por los movimientos y estrategias del principio, notamos un cambio en su personalidad y su razón. Eso lo hacía más humano, hasta el momento clave, que saca todo su lado salvaje. Me ha gustado mucho el dúo antagonista, Sergio Peris-Mencheta y Oscar Jaenada. Con ese acento forzado pero que queda muy chulo en pantalla.

A mi el argumento me ha llenado bastante, sigue una línea muy convincente y creíble y no nos vamos a topar con un guión dando tumbos de aquí para allá, que siempre es de agradecer en una película de acción. Los últimos 15 minutos de la historia son grandiosos, sin tiempo a pestañear. Lo dicho, grandiosa para dar un final apoteósico a una saga.