Me encanta Liam Neeson, no lo voy a negar a estas alturas y el solo hecho de verlo en pantalla vale cada uno de los 7.50€ que me costó la entrada, otra cosa muy distinta es que la película sea para tirar cohetes.

Desde hace muchos años Neeson y el cine de acción van de la mano y esto por suerte o por desgracia según la córnea que lo disfrute nos sirve para encontrarnos con un cine de puro y duro entretenimiento. Así de simple.

Te podrá gustar más o menos, pero la diversión la tienes asegurada. Es lo que tiene este tipo de género, la acción no te deja respirar, ni pensar, ni digerir casi lo que está pasando, el estómago se te hace un nudo y los nervios te atrapan en tu butaca. Algo que nunca me llena lo suficiente en ésta atmósfera de claustrofobia, el hábitat en el que se desarrollan los acontecimientos. El tren. Te limita en muchos sentidos, tirando continuamente de escenas increíbles para el espectador y donde los efectos especiales cobran vital importancia y restan interés al resto de la cinta. Todo muy controlado y limitado. Y por sorpresas ya ni os cuento. Creo que ya está todo visto en este tipo de ambientes. Gracias a la interpretación de Neeson que te hace compensar esa falta de originalidad y esas sorpresas por descubrir.

El guión está algo currado, el director juega a confundir al espectador con diferentes personajes, móviles y otras cuestiones y lo mejor de todo es que sabe aguantar la intriga hasta los últimos instantes, con un final previsible pero de muy buen gusto.

Entretenido film para pasar el rato y creedme, no decepciona.