El potaje mental de Gabe Ibáñez comienza muy pronto, con el accidente de la mujer y su hijo. Hasta bien entrada la historia, no vemos la conexión, ni se nos explica aunque lo podemos intuir, de quién o quienes huía.

Luego hay decenas de situaciones que no son nada creíbles.

1º Yo si he cogido ese tipo de barcos entre islas, ya que soy canario y jamás si dejas a un niño en un parque del barco, lo dejarían salir sin que estuviera un adulto con él, con lo cual, la "supuesta" escena del posible accidente del niño cayendo por la borda, es imposible que pudiese ocurrir.

2º Si un niño desaparece en un barco, te aseguro que el capitán jamás de los jamases dejaría desembarcar un solo vehículo, ni una sola persona. Se registra todo de arriba abajo y se les sumaría refuerzos policiales del puerto y de la zona. Se registraría palmo a palmo todo el barco.

3º Parece que se trata de la época de cañas y barros, hay un solo policía, que informa y deja de informar y por lo visto no vienen refuerzos de ningún tipo. De repente la madre se convierte en Sherlock Holmes y Watson a la vez, porque visto lo visto, nadie va a mover un dedo.

4º Pasea por la isla sin que nadie la tenga en cuenta, entra y sale como si nada de propiedades privadas y se encuentra con un perro que en momentos es un trozo de pan y en otro una bestia.

5º La llevan a la oficina del forense para reconocer el cadáver, pero nadie hace pasar a la tía o aunque se mencione, no se le hace una prueba de ADN.

6º Su hermana la encuentra traumatizada, pero oiga usted, como su hijo tiene unas décimas de fiebre, se va de regreso, por lo visto el padre del niño es un auténtico inútil.

7º La loca alemana, que por lo visto habla español, se mueve de aquí para allá con un niño en la caravana y nadie se da cuenta de absolutamente nada, ni se explica porque esa obsesión con el niño. Muchos interrogantes sin responder.

8º El niño de la señora en silla de ruedas, en ningún momento descubre el pastel para el espectador que cree todo el rato que se trata de su hijo. Por muy traumatizado que estés, si pasas de las manos de una loca a las de otra, que te llama constantemente por un nombre que no es el tuyo, como mínimo, cuando llegas al muelle y te propone un juego, te pones a chillar como un loco por ayuda. Nada, aquí el chaval se disfraza del hijo de Roberto Benigni en La vida es bella.