Después de dos buenas entregas y la infaltable precuela, parecía muy buena idea contar la historia de Elise en el cuarto capítulo de la saga, y primero donde sería absoluta protagonista. Pero el resultado es insatisfactorio.

La película inicia narrando la infancia de Elise, en los años 50 junto a su hermano y padres, en un pequeño pueblo en Nuevo México, donde la madre la apoya al descubrir su don de hablar con los muertos, espíritus y demonios, mientras que su padre, por el contario, la azota a golpes cada vez que sucede un evento.

La historia da un salto al 2010, Elisa recibe una llamada de un hombre que vive atormentado por fantasmas en su casa que ha adquirido recientemente, la cual resulta ser la casa de la familia de Elise en Nuevo México, tras dudar, Elise decide viajar para enfrentar a los fantasmas de su pasado.

Precuela de la precuela, esta cuarta entrega consigue en la primera mitad del relato un par de secuencias bien armadas, con una atmósfera atrapante y con mucha tensión que termina con un par de buenos sustos, todo muy acorde al tono de las películas anteriores.

Pero al momento de llevar a Elise a enfrentar su pasado y hacerle frente a un demonio con llaves en lugar de dedos la película decae, en parte porque no hay más momentos de tensión y porque lo que se narra carece de interés, no se indaga nada nuevo de ese lugar donde penan las almas de los muertos, algunas subtramas no llegan a ningún lugar ni sucede algún momento memorable acorde a la saga creada por James Wan y Leigh Whannell.

La película se sostiene por la presencia de Lin Shaye y su figura aparentemente frágil, y sus dos secuaces/ayudantes que aportan algunos momentos de humor, pero en general, la trama no termina por aportar gran cosa, por más que el cierre busca enlazarla con la primera película, consiguiendo la entrega más floja de las cuatro.

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