Wes Anderson ha regresado a la animación en stop motion como lo hizo antes en ‘El fantástico Sr. Zorro’, solo que ahora con una película mucho más compleja y menos convencional que resulta un verdadero deleite visual.

La historia se ubica en un futuro cercano en el Japón, en una ciudad denominada Megasaki, donde el alcalde Kobayashi ha tomado la decisión de exiliar a todos los perros, tanto las mascotas como los callejeros, por el temor a que se propague una enfermedad que algunos han desarrollado y que han llamado “gripe canina”, por lo que todos los perros son enviados a una isla que funciona además como basurero, llamada Trash Island.

El primer enviado es Spots, un perro entrenado para proteger a Atari, hijo adoptivo de Kobayashi, por lo que el chico roba un avión para llegar a la isla a rescatar a su perro, pero se topa con una pandilla de canes formada por Rex, Chief, Boss, Duke y King, quienes le ayudarán en la búsqueda de Spots, mientras en Megasaki, una chica estudiante de intercambio acusa a Kobayashi de mentir respecto a la enfermedad de los perros y de haber asesinado a un científico que trabajaba en una cura.

Anderson propone una sofisticada y compleja puesta en escena, la cual pone al servicio de una elaborada e inteligente historia que se va desarrollando de a poco, una historia que va mucho más allá de la simple relación entre las mascotas y sus dueños sino de los métodos de control de los gobiernos y su manera de manipular la realidad.

Lo más llamativo, sin duda, es el impacto visual que genera gracias al preciso trabajo en cada uno de los escenarios, sus planos equilibrados y armónicos, y el uso de las diferentes formas de comunicar usadas en el relato, tantos lo hablado y los intertextos, así como un peculiar sentido del humor, a veces poco perceptible entre la inmovilidad temporal de algunos personajes y sus ácidos diálogos, por lo que es indispensable verla en versión original y así no perderse el trabajo de actores como Bryan Cranston, Edward Norton, Scarlett Johansson, Bill Murray, Greta Gerwig o Tilda Swinton.

Anderson consigue una película sofisticada, entrañable e inteligente, bastante estilizada si, pero impactante visualmente y de una imaginería ilimitada, una obra artística muy por encima de las animaciones que suelen llegar a cartelera, y otra joya en la filmografía de Anderson.


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