A diferencia de otras películas que buscan hacerse de fama y premios, la nueva película de Kenneth Lonergan narra una historia por demás emotiva y llena de sensibilidad, pero lo hace sin aspavientos ni golpes bajos, con calma y sin prisa, tomándose su tiempo para ir armando y potencializando un relato pleno de emociones.

Casey Affleck interpreta a Lee Chandler, un tipo que trabaja como conserje de un complejo de edificios de clase media en Boston, es un tipo muy serio y hosco, que no se permite ser conquistado ni presta atención a la menor señal de coquetería, pero que responde con violencia a una simple mirada bajo los efectos del alcohol.

Ante la prematura muerte de su hermano Joe (Kyle Chandler), debido a una afección cardíaca, Lee debe viajar al pueblo de Manchester para hacer todos los trámites y demás deberes antes tal situación, enterándose que su hermano ha solicitado sea el tutor de su hijo Patrick, algo a lo que Lee considera no estar preparado, debido a su débil estado mental, producto de una tragedia familiar vivida algunos años atrás en el pueblo de Manchester.

La película de Lonergan transita por un estado de dolor que se vuelve más intenso conforme avanza el metraje, pero está narrada de tal forma que esquiva todos los vicios que suele frecuentar el cine, dando gran importancia a realzar ciertos detalles y poniendo un especial énfasis en el trabajo de todos sus intérpretes, en un relato que desborda emociones.

La manera en que, por ejemplo, va desenredando la compleja personalidad del personaje al que interpreta de manera magistral y contenida Casey Affleck, es excepcional, una narración llena de sutilezas que desemboca en una tragedia que genera una total empatía con las emociones del personaje.

Un relato duro y complejo que denota honestidad y que transita muy diversas emociones que difícilmente deja indiferente al espectador.


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