Scott Derrickson presentó hace un par de años una de las más interesantes películas de terror de los últimos años, Sinister, y un poco antes de eso ya había presentado la también interesante El exorcismo de Emily Rose, aunque en medio de ambas había realizado la muy floja El día que la tierra se detuvo.

Ahora se mantiene dentro del género de terror mezclado con thriller policíaco, contando una historia basada en supuestos hechos reales, donde un policía interpretado por Eric Bana debe resolver unos casos misteriosos que parecen estar ligados entre sí y que involucran a tres veteranos de guerra.

Para ello cuenta con el apoyo de un sacerdote, interpretado por Edgar Ramírez (el Carlos de Olivier Assayas), un peculiar ex adicto que conoce a una de las personas involucradas y que ha tenido experiencias sobrenaturales en su historial.

Con una primera hora más que prometedora, que se sostiene entre el suspenso y un relato policial a pleno, el filme avanza de manera interesante manteniendo una tensión in cresendo y generando inquietantes climas, utilizando elementos cotidianos para inquietar , además de jugar perfectamente con el adecuado y misterioso diseño de sus personajes, por decirlo de alguna manera, malignos.

Sin embargo cuando el desenlace se aproxima el filme se viene abajo; una sobre explicación de los antecedentes del personaje principal que deviene en una situación familiar melodramática en exceso, la reiteración sobre el mal que encierran las canciones de The Doors, que parece más bien un mal chiste, y una larga y ridícula escena de exorcismo dan al traste con un filme que pintaba interesante, desvaneciendo de a poco las atmósferas conseguidas.