Need for Speed es una película efectiva, llena de clichés con un guión más bien básico pero redondo y que funciona en todo momento, adaptando un popular videojuego de carreras de autos.

Tobey Marshall (Aaron Paul de Breaking Bad), un mecánico clasemediero con mucha habilidad para manejar autos de alta gama, es acusado injustamente por la muerte de su mejor amigo, sucedida probando autos proporcionados por el arrogante Dino (Dominic Cooper), quién decide abandonarlos tras el fatal accidente; esto además de llevarlo la cárcel, provocará el cierre de su taller y generará en él un deseo de venganza y sobre todo de justicia.

Con escenas que transmiten el vértigo y la adrenalina de la velocidad, la película avanza y se convierte en una road movie efectiva, atravesando toda la geografía de los EEUU, los personajes son perseguidos por la policía de todo lugar por el que pasan, y con historia romántica de por medio, se dirigirán a California a una famosa carrera clandestina, de la que un Michael Keaton desaforado pero muy agradable es el promotor, carrera en la que Marshall pretende llevar a cabo su venganza, más que la clásica de ojo por ojo, una noble y moralmente reivindicatoria.

Need for Speed no precisa ser conocedor del videojuego en el que se basa para disfrutar la película, ni tampoco ser amante de los autos ni la velocidad; un relato lleno de lugares comunes, escenas de acción dotadas de un pretendido realismo y crudeza, mucho efecto especial y situaciones un tanto inverosímiles, pero que funcionan como relojito suizo apoyado por un elenco que cumple. Una película noble y agradable, sin demasiada pretensión.