Conocer lo que sigue a la muerte es una de las mayores incógnitas para el ser humano, y el cine de terror se ha encargado de crear un imaginario a veces efectivo y otras no tanto, en cuanto a la relación tangente entre el mundo de los vivos y los muertos.

Maria (Sarah Wayne Callies) es una mujer que vive en la India junto a su esposo e hija, que recientemente perdió a su hijo mayor en un accidente donde le fue imposible rescatarlo.

Ante la dificultad de superar el duelo y la culpa que la aquejan, su trabajadora doméstica le cuenta de un sitio en el sur de la lndia en donde existe un templo abandonado que se dice, es el límite más delgado entre el mundo de los vivos y muertos, a donde debe ir con las cenizas del hijo para poder contactarlo y así hablar con él, no sin antes advertirle que nunca deberá abrir la puerta del lugar, ante el peligro de dejar pasar alguna ánima en pena.

La película consigue algunos buenos momentos de terror pero estos son escasos, siendo lo más destacado el momento del ritual de contacto de la madre con el hijo muerto, pero lamentablemente la película no termina de ahondar lo suficiente en los personajes como para conseguir momentos perturbadores, quedando todo en apenas algunos sustos ligeros.

Al igual que pasaba en ‘Somnia’, uno como espectador se queda con ganas de que los actos de los adultos los confronten con algún dilema moral y esto de paso a alguna escena que contenga algo más que sustos efímeros, pero la película no abandona nunca su convencionalismo.

Johannes Robertson es un realizador experimentado y esto se nota en los climas que consigue a lo largo del relato y en las adecuadas actuaciones de sus actores, pero las virtudes de este film de terror no son muchas más que esas, además de hacer ligero el relato que se pasa rápido y entretiene.


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