A través de la historia de una de las mujeres de Picasso, interpretada con mucha corrección por Natascha McElhone, que lo conoció cuando ella tenía 20 años y el 64 y que estuvieron juntos una década, el director James Ivory (“Lo que queda del día” entre otros films) ofrece un retrato de Pablo Picasso, uno de los pintores de mayor notoriedad del s.XX.

Pretende mostrar una verdad personal que revele algo desconocido del personaje, lo que podría producir un mejor claroscuro de la persona con el fin de conocerle mejor y aportar más matices, aunque en este caso concreto, el resultado es que muestran a un Picasso egoísta, narcisista, machista, tacaño, ruin y miserable, y se olvidan de mostrar que también sabía ciertas cosas sobre arte y el porqué de que fuese considerado un genio por muchos.

A nivel de pintura la película cojea notablemente, y prácticamente por entero, a pesar de contar con una buena ambientación y cuidado por los detalles formales, se centra en la interpretación de Anthony Hopkins, que si bien está caracterizado correctamente, muestra una serie de tics y comportamientos estrafalarios llamativos pero se aleja mucho de ofrecer una buena interpretación.

En cuanto al maltrato por parte de Picasso a sus mujeres y sus empleados, me cuesta empatizar con ellos, ya que con cada frase o acto dejan en claro que se arrastran voluntariamente con tal de formar parte de lo que suponía Picasso, y si este les trata mal, es básicamente porque se lo permiten y consienten encantados, del mismo modo que se me hace difícil de creer que su mujer no sepa como puede ir con otra en sus narices o le suponga un shock, cuando es precisamente así como lo conoció y era su modus operandi habitual.

De este modo, la película está correctamente hecha pero es fundamentalmente parcial, no busca una mirada o un retrato completo en ningún momento, desde el punto de vista del arte o el de la historia, es hueca, y sobretodo es decepcionante.