Una comedia sobre un meteorito que cae a la Tierra con unos organismos que avanzan a tal velocidad como para ser el peor sueño/pesadilla de Charles Darwin.

Cuenta con cuatro buenos protagonistas que encajan muy bien entre sí, y es que aunque entre los cuatro probablemente no hagan un ser normal o funcional, hacen un equipo único.
Entre un David Duchovny inexpresivo que venía de “Expediente X” y que aporta seriedad mientras las va soltando, un Orlando Jones (siempre hay tiempo para la vaselina!) como compañero de fatigas, una Julianne Moore propensa a las caídas y un Sean William Scott como epítome de lo chorra, crean un tono que hace que sea una de esas películas que puede verse varias veces sin aburrir.

Además cuenta con la dirección de Ivan Reitman, muy familiarizado con el género de la comedia y autor entre otras de “Los Cazafantasmas”, unos efectos muy bien logrados para su época y una buena banda sonora.

Al contrario de otras películas, que buscan descaradamente ser candidatas a premios, con recursos como un metraje abultado y excesivo, ritmo lento y contemplativo para que la gente saque sus propias conclusiones aunque realmente no digan nada, actuaciones supuestamente buenas por imitar a base de maquillaje, finales inconclusos, el aprovechamiento de la fama de personajes públicos ficcionando su historia más para denostar y buscar el morbo que para homenajear, y varios recursos técnicos tan sobrevalorados como las obras que los utilizan, esta estaría en el lado opuesto.

Una comedia sin pretensiones, más que entretener, hacer reír, o por lo menos sonreír, que se lo pone muy fácil a los que se enorgullezcan de llamarse a sí mismos críticos, los cuales se pueden despachar con ella a gusto.
Y es que aunque estupida a ratos y sin ser nada de otro mundo, las comedias chorras también son necesarias a veces, incluso estimables, y esta es un buen ejemplo de ello.