Un film estructurado en dos tramas que discurren paralelamente y están protagonizadas por la misma persona en dos momentos diferentes de su vida. En la primera, el cuentista Raimundo Nonato llega a una gran ciudad brasileña desde su aldea.

Ignorante y pobre, comienza trabajando a cambio de “papeo y cama” y termina prosperando gracias a su don natural por la gastronomía. Mientras, visitamos el submundo que sale adelante en la ciudad y nos presentan a los que ocupan las cocinas de los bares de ocio.

En la segunda, asistimos a su escalada social en un drama carcelario de hombres duros. Entre camaradería e insectos en el plato de comida, conocemos las leyes internas, al margen del sistema, que regulan quién tiene el mando y cómo lo ejerce.

“Estômago” abunda en la dimensión sensual y voluptuosa de la cocina para reflejar el cambio de ética que sufre una persona al acercarse al poder, cuando llega a ambicionar la litera “de arriba”.

La trama mantiene la atención del espectador, quien desea entender en qué punto conectan las dos historias. El enfoque es de comedia y el tono siempre alegre. Todo ello le sirvió para ser galardonada con la Espiga de Oro como mejor película de la Seminci 2008.

Sin embargo, en mi opinión está lejos de merecerlo. Enésimo film que transcurre en un centro penitenciario (“Leonera” en Cannes y “El patio de mi cárcel” en San Sebastián fueron presentadas este mismo año), refleja un grupo de hombres del que se desconoce el motivo de que estén presos y cuya personalidad se describe de un solo trazo. Las condiciones que sufren son malas, pero ellos son buenos, lo cual es difícil de aceptar. La resolución final, la que pretende mantener el suspense, se sospecha ya en los primeros pasos de la acción. Para terminar, el director da al público trato infantil explicándole lo evidente, la moraleja, como si se tratara de un cuento para dormir.

Inaki Lancelot