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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Terror. Fantástico Cinco chicos van a pasar el fin de semana a una cabaña perdida en un espeso bosque en las montañas de Tennessee. Una vez instalados, y cuando se encuentran cenando, la trampilla que da acceso al sótano se abre de golpe. Extrañados, deciden bajar a investigar. Allí encuentran un magnetófono, un extraño cuchillo ritual y un libro antiquísimo. (FILMAFFINITY)
30 de noviembre de 2009
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quién le iba a decir al jovenzuelo casi imberbe que no contaba para su primer largometraje más que con un algún compañero del cole, su propio y desvencijado coche, una ruinosa cabaña abandonada, algo de plastilina, unos tarros de mermelada de fresa y una suma hoy y entonces ridícula de dinero, que una peli que había empezado casi como una broma privada entre amigotes acabaría siendo considerada una de las mejores cintas de terror de la historia. Quién le iba a decir a ese tío que lo que algunos tildarían de mero engendro “gore” le abriría las puertas de la industria hollywoodiense, que acabaría dirigiendo millonarias superproducciones, sin duda mucho más lujosas y digeribles, sí, pero infinitamente menos ingeniosas e imaginativas. Quién le iba a decir, casi treinta años después, que esa seguiría siendo, sin duda, la mejor y más memorable de sus películas.

Lo que pasados tantos años sigue cautivando de “Posesión infernal” es su absoluta desfachatez, la desvergüenza con que asume, desde el primer minuto, su condición de película de género, apegada sin complejos a un modelo muy concreto y fácilmente reconocible: jóvenes más bien zoquetes e insensatos, casa en el bosque, presencia maligna, muertes en cadena. Nada nuevo bajo el sol. Y sin embargo, no es lo mismo. La diferencia entre esta y otras pelis parecidas estriba, en primer lugar, en el sardónico sentido del humor del que hace gala Raimi, que si bien por un lado da la impresión de reseguir los estereotipos ya citados, se dedica, por el otro, a ir minándolos mediante un sanísimo y apenas disimulado espíritu paródico, que recorre todo el metraje, desde las primeras escenas con la camioneta y los pescadores hasta el consabido susto final de toda peli de terror que se precie de su nombre.

Pero, por encima de todo, lo que hace que “Posesión infernal” mantenga intacta su frescura es su desbordante optimización de los recursos tan limitados de que dispone, que son, de hecho y paradójicamente, la clave misma de su efectividad. A falta de dinero, Raimi muestra una soltura sorprendente a la hora de planificar, resolver y engarzar escenas que, a un ritmo endiablado, crean y mantienen una atmósfera claustrofóbica y de terror en estado puro que no decae, pese al aire paródico ya mencionado, en toda la película. Y todo ello, partiendo de un sabio aprovechamiento de elementos de aplastante sencillez que, combinados con un dominio inusitado de la ubicación y el movimiento de cámara ( esos travellings correteantes) y un inteligente uso del sonido y la música, Raimi convierte en fuentes de espanto e inquietud. Baste como ejemplo la antológica llegada a la casa, ese desasosegante y lentísimo paseo del coche por un angosto sendero y entre unos amenazadores árboles que se ciernen sobre él, el crujido de los neumáticos, el enervante golpeteo del columpio contra la pared, el plano picado de esas llaves sobre la puerta y de la mano que las busca. Más sencillo, imposible. Más efectivo, tampoco.
Normelvis Bates
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