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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
9
Drama Rosaria y sus cuatro hijos (Simone, Rocco, Ciro y Luca) abandonan su tierra natal, Lucania (la actual Basilicata), para emigrar a Milán en busca de trabajo y oportunidades que les permitan mejorar sus condiciones de vida. Allí encuentran a Vincenzo, el hermano mayor, que trabaja de albañil pero que está relacionado con el mundo del boxeo. (FILMAFFINITY)
13 de abril de 2010
83 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo quien ha tenido hermanos sabe lo plastas que pueden llegar a ser, lo difícil que puede hacerse convivir con ellos. Si somos el mayor tendremos que tolerar mocos, llantos y cacas, seremos injustamente acusados de las peores maldades y sufriremos el castigo de la indiferencia y el arrinconamiento, deberemos compartir e incluso perder lo que antes era nuestro, nuestro y sólo nuestro: padres, juguetes o casa dejarán de pertenecernos, el efímero imperio del que éramos dueños se desmoronará ante nosotros. Si somos el menor, pagaremos los platos rotos del príncipe destronado, recibiremos burlas, broncas y toñas sin cuento, seremos sus bufones y sus esclavos, nada se nos confiará y siempre nos tendrán por irresponsables, nunca creceremos lo suficiente para que dejen de vernos como enanos quejicas, meones y malolientes. Y sin embargo, cuánto los echamos de menos cuando no están, qué difícil es a veces vivir sin ellos cerca. Tanto o más que vivir con ellos. Así de extraño es el amor entre hermanos.

La sangre es la sangre. Por muchas lecturas políticas o sociológicas que quieran buscarse (que las hay, y no son pocas) y por mucho que se hurgue en su deuda con Thomas Mann, Zola o Dostoyevski (que sin duda existe), lo que explora por encima de todo “Rocco y sus hermanos”, lo que articula en definitiva su mensaje, es el amor fraternal, un vínculo que convertido en atadura y malinterpretado puede ser catastrófico y abocar a las más dramáticas situaciones.

Durante largos minutos, Rocco es poco menos que invisible. Camuflado en el centro de sus cuatro hermanos, apenas tiene protagonismo. Serán la falta de voluntad de Vincenzo y la debilidad moral y la mala cabeza de Simone las que le obligarán a asumir una responsabilidad que no le corresponde y para la que no está preparado, precisamente porque su amor de hermano le impide ver que la bondad y la comprensión no sólo no son, muchas veces, la respuesta a los problemas, sino que muy a menudo suponen la peor de las soluciones posibles, como dejar que el gorgojo corroa y arruine un saco entero de lentejas por no haberlo separado cuando tocaba. De que Ciro lo entienda a tiempo dependerá el futuro de Luca, el regreso a la tierra natal, la posibilidad de recuperar la inocencia perdida en la gran ciudad.

Que una peli de casi tres horas se vaya en un suspiro es un mérito que hay que atribuir a mucha gente: a Visconti, a su equipo de guionistas, a la fotografía de Giuseppe Rotunno, a la extraordinaria música de Nino Rota o a las magníficas interpretaciones, muchas de ellas (como corresponde tratándose de un melodrama) al borde de la histeria y el desafuero, entre las que destacan las de Renato Salvatori como Simone y Annie Girardot en la piel de Nadia, que protagonizan dos excepcionales escenas, ambas a campo abierto, que no deben ser desveladas y que son de lo más crudo y sobrecogedor que puede verse en una pantalla de cine.

Un melodrama soberbio, desmedido, rotundo, sublime donde los haya.
Normelvis Bates
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