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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Romance. Comedia. Drama Tom aún sigue creyendo, incluso en este cínico mundo moderno, en la noción de un amor transformador, predestinado por el cosmos y que golpea como un rayo sólo una vez. Summer no cree lo mismo, para nada. La mecha se enciende desde el primer día, cuando Tom, un arquitecto en ciernes convertido en un sensiblero escritor de tarjetas de felicitación, se encuentra con Summer, la bella y fresca nueva secretaria de su jefe. Aunque ... [+]
11 de diciembre de 2009
43 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuánto se agradece que alguien, de vez en cuando, se acerque sin ser visto al mostrador de bebidas y eche disimuladamente una meadita en el almibarado ponche de la comedia romántica contemporánea, justo cuando empezaba uno a perder la esperanza de que fuera posible volver a echarse unas risas a gusto en una sala de cine. Así de triste estaba el patio antes de la ópera prima de Marc Webb.

Me he reído, me he reído con ganas con esta sañuda e inteligente reflexión acerca del desamor, que explora, sin apenas concesiones a la blandenguería o la ñoñez, el doloroso espacio que separa nuestras expectativas al enamorarnos y aquello que realmente nos espera al final del camino. Me he reído, es cierto, y sin embargo he sentido unas ocasionales e hirientes punzadas en el pecho que no recuerdo haber experimentado, tal vez, desde las escenas finales de “Annie Hall”. Me imagino que eso es lo que busca y consigue el buen cine, ese bien tan escaso llamado empatía. Supongo que la culpa es tuya, Ana. O tuya, Carmina. O puede que mía, por haber sido una vez tan ingenuo y digno de lástima como Tom Hansen, ese arquitecto frustrado, criado con la autocompasiva y lastimera música indie, convencido de la existencia de un designio superior que empareja a las almas semejantes y les proporciona la eterna felicidad y que espera, el pobrecito, a esa imaginaria alma gemela enviada por el Destino que le rescate de su gris y sórdida vida como redactor de tarjetas de felicitación. El ángel en cuestión será la adorable Summer Finn, una chica que parece, en efecto, hecha a la medida para Tom... si no fuera porque, a diferencia de él, no cree en el amor eterno y predestinado.

Las grandes bazas de esta tragicomedia son, en primer lugar, un hábil guión bipolar, que juguetea con esa doble percepción del sentimiento amoroso mediante continuos saltos temporales (semejantes a los de “Dos en la carretera”) que nos llevan a distintos puntos de la relación amorosa entre Tom y Summer, y cuya yuxtaposición y contraste dan lugar a las escenas más memorables de la peli, cuya cúspide seguramente está en el descacharrante número musical, con coreografía urbana incluida, a ritmo del “You make my dreams come true” de Hall & Oates, una de las escenas más divertidas que recuerdo haber visto en mucho tiempo. Ni siquiera el muy extendido y no del todo noble recurso de diseminar numerosos guiños cómplices (cine, música) y un final (engañosamente) convencional logran empañar la buena labor de los guionistas.

También merecen ser destacadas, claro, las magníficas interpretaciones y la química de los dos protagonistas, ese Joseph Gordon-Levitt que encarna a la perfección la indefensión y vulnerabilidad de ciertos incautos machos de la especie y Zooey Deschanel, cuyo rostro (qué rostro, cielo santo, qué ojos) debería ser pronto, si existiera la justicia, uno de los más emblemáticos y memorables de su generación. (Mierda, ya ha vuelto a ocurrir: acabo de enamorarme otra vez. Nunca aprenderé.)
Normelvis Bates
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