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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Comedia. Romance La inocente Ariane Chavasse (Audrey Hepburn) es seducida por un playboy millonario norteamericano llamado Frank Flannagan (Gary Cooper). Pero éste ignora que el padre de la chica es el detective privado Claude Chavasse (Chevalier). (FILMAFFINITY)
28 de febrero de 2011
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Cómo lo haría Lubitsch?”, se preguntaba el cartel que, cuentan, presidía las paredes del mítico despacho donde Billy Wilder se reunía con sus colaboradores para escribir sus historias. Lo que más admiraba Wilder de Lubitsch, con quien había trabajado como guionista en los primeros años de su carrera en Hollywood, era la elegancia con que desarmaba a los censores del código Hays, la extrema sutileza con que abordaba los temas más comprometidos, especialmente el sexual. “Allí donde otros directores dicen dos y dos son cuatro”, afirmaba Wilder, “Lubitsch solo dice dos y dos. El espectador hace el resto”. Eran otros tiempos, claro: aún no nos tomaban por tontos.

Es posible que “Ariane” no sea la película más redonda de Wilder, que le sobren algunos minutos, que el ritmo flaquee en determinados momentos y que haya motivos para echar de menos a Cary Grant, con quien Wilder nunca pudo trabajar a pesar de ser su actor preferido y que hubiera encajado como un guante en el papel del playboy millonario Frank Flannagan, pero dudo que haya otra obra, en la extraordinaria filmografía de Wilder, que esté tan cerca como ésta de dar una respuesta al cartel que presidía su despacho. “Ariane” no es el mejor Wilder, es cierto, pero su tono general, reposado y romántico, y la sutil resolución formal de algunas de sus escenas remiten, sin duda, a las mejores lecciones de su maestro.

Ello no significa que esta peli no huela a Wilder por los cuatro costados, con su farsa de equívocos, mentiras y fingimientos, sus diálogos afilados y llenos de dobles sentidos, su espléndido final, su visión edénica de un París promiscuo y de moral relajada en el que hasta las farolas se buscan las unas a las otras para echar una cana al aire y donde la policía se cruza de brazos y deja que los amantes despechados resuelvan ellos mismos sus querellas a tiro limpio. “Ama y huye”, le dice Gary Cooper a Audrey Hepburn: “bonjour, adieu y, en medio, un poco de amour”. Un paraíso del amor libre que el detective Claude Chavasse observa y explota, sin inmiscuirse nunca en sus reglas. Hasta que su hija pasa de tocar a Haydn en su violoncelo a escuchar melodías zíngaras en la suite 14 del Ritz, en brazos del hombre de cuyas hazañas de alcoba, paradojas de la vida, lleva años viviendo.

La progresiva inversión de papeles de Ariane y Flannagan ilustra, en el fondo, un retrato tan sensible como ácido de la inocencia sexual y la pureza amorosa, de su pérdida y de su recuperación, de la superioridad en todos los órdenes con que, según Wilder, las mujeres manejan los asuntos del corazón, que combina astutamente una apariencia amable y no pocos toques del cinismo y la maliciosidad habituales de Wilder, quien reservó el papel de una de las amantes de entreactos de Flannagan a su propia (y bellísima) esposa Audrey. Habrá muchos detalles en “Ariane” que remitan a Lubitsch, pero si eso no es una muestra acabadísima del más genuino y travieso “toque Wilder”, no sé yo qué puede serlo.
Normelvis Bates
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