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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
6
Thriller. Terror. Drama Jeff, un fotógrafo de 32 años, queda con Hayley, una adolescente de 14 años a la que ha conocido a través de Internet. Después de tomar un café, la lleva a su casa con el propósito de hacerle unas fotos... (FILMAFFINITY)
16 de octubre de 2009
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No deja de tener su gracia, la verdad, ver esta peli precisamente ahora, con el “caso Polanski” de nuevo en las portadas de todos los periódicos, y comprobar que esta adaptación nada disimulada y presuntamente subvertida del cuento de Caperucita Roja, convertida aquí en una sañuda castigadora de pederastas, toma como modelo argumental, precisamente, “La muerte y la doncella”, del director de origen polaco, aunque los resultados, también irónicamente, sean bastante inferiores a los logrados por este ínclito amante de las niñitas en flor.
La peli no empieza nada mal, de hecho es más que prometedora. La realización, seca y cortante, tiene puntos novedosos, los dos protagonistas, en especial Ellen Page, están muy bien, hay una atmósfera tensa y malsana en la que germinan la ambigüedad y la duda, el ritmo es fluido y los diálogos están lo suficientemente bien construidos como para hacerle creer al espectador que lo que vendrá después puede ser igual de interesante, que el desenlace, como el inicio, no buscará el atajo de lo trillado sino que recorrerá meandros más turbios y desasosegantes, alejados del conformismo de los lugares comunes.
Pero hacia media película la cosa empieza a flojear. A David Slate, súbitamente, empieza a temblarle el pulso y la cámara empieza a zarandearse gratuitamente, el guión entra en un círculo vicioso que no conduce a ningún sitio sino a una inútil espiral de castigos corporales salpicados de diálogos ociosos que, una vez eliminada la duda acerca de la culpabilidad de quien sufre las torturas (cosa que no ocurría en “La muerte y la doncella”, donde la tensión era irrespirable hasta casi el final del metraje) van metiendo la acción en el callejón sin salida de las más convencionales y maniqueas pelis con psychokiller que se os puedan ocurrir, con la tramposa y falaz coartada de que quien inflinge el daño es la “buena” y quien lo recibe es el “malo”, cosa que , me imagino, debe tener por objeto evitarle al espectador molestos e innecesarios conflictos morales y ponerle del lado de la supuesta víctima del Lobo Feroz, que bien merecido lo tiene.
La parte final es un auténtico naufragio, atolondrada y caótica, como si el director tuviera prisa por marcharse y hubiera decidido acabar la peli de cualquier manera y largarse de ahí pitando. Lo peor de todo, en cualquier caso, lo que le deja a uno tan mal sabor de boca, no es la estúpida e inverosímil resolución de la película en el tejado de la casa, sino la certeza de que se trata de un argumento con muchas posibilidades malogrado por la decisión de su director de convertir lo que podría haber sido una peli turbadora y ambigua en una tediosa y acartonada historia de venganza, que, por mucha modernidad que desprenda su envoltorio, lo que esconde bajo la capucha roja de su protagonista es el feo y arrugado rostro del mismísimo Charles Bronson.
Normelvis Bates
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