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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Drama Dakota del Sur, 1959. Cuando el rebelde Kit Carruthers (Martin Sheen) conoce a la joven de 15 años Holly Sargis (Sissy Spacek), decide dejar atrás su mediocre vida y alcanzar el triunfo sea como sea. Pero tras un trágico incidente, ambos jóvenes se convierten en fugitivos. (FILMAFFINITY)
3 de noviembre de 2011
44 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
“I saw her standin’ on her front lawn just twirlin’ her baton.
Me and her went for a ride, sir, and ten innocent people died.”

Durante muchos años, ésta fue la única película que yo había visto de Terrence Malick, y aún hoy, cuando leo o escucho el nombre de su creador, las primeras imágenes que acuden a mi mente no son las de junglas o dinosaurios, sino las de una chica pelirroja volteando su bastón de majorette en el jardín, una casa en llamas, los faros de un coche abriéndose paso en la oscuridad, un reguero de polvo en las áridas e interminables llanuras del Medio Oeste americano.

“I can’t say that I’m sorry for the things that we done.
At least for a little while, sir, me and her we had us some fun.”

Las sangrientas correrías de Charles Starkweather y Caril Ann Fugate (aquí Kit Carruthers y Holly Sargis) duraron ocho días, del 21 al 29 de enero de 1959, y han inspirado infinidad de películas, desde el precoz y oportunista engendro “The sadist” hasta la desquiciada “Asesinos natos”, pasando por “Amor a quemarropa”, cuya banda sonora remitía directísimamente a la peli de Malick. A pesar de las licencias que se toma, “Malas tierras”es, sin embargo, la obra más conseguida y perdurable acerca de la alocada huida hacia ninguna parte de dos jóvenes atrapados, por distintos motivos, en la atonía vital y la ausencia de expectativas, arrastrados a una absurda espiral de asesinatos que convierten el mundo en el cual habían vivido hasta entonces, en palabras de la propia Holly, en un planeta lejano al que jamás podrán regresar.

Si quienes salieron huyendo del cine a los veinte minutos de “El árbol de la vida” decidieran atreverse de nuevo con una peli de Malick, encontrarían en su brillante ópera prima una versión sorprendentemente perfilada pero bastante más digerible de sus innegociables (y, para muchos, exasperantes) principios artísticos: la sempiterna y ensimismada voz en off, la fotografía preciosista, el laconismo y la morosidad narrativa, la exquisita selección musical, la contemplación lírica de la muerte y la violencia, la contraposición entre la vida natural y la civilización y entre las aspiraciones humanas de sosiego y pervivencia y las rígidas y torcidas leyes que gobiernan el mundo.

“They wanted to know why I did what I did.
Well, sir, I guess there’s just a meanness in this world.”

Aquellos que, sin embargo, no quieran correr el riesgo de acercarse de nuevo a una peli de Malick, tienen otra opción. En 1982, Bruce Springsteen, impresionado por esta película, compuso el tema que daba título a su disco más tenebroso, introspectivo e injustamente olvidado. Es una canción espectral y estremecedora, construida a partir de imágenes extraídas de “Malas tierras” y que sintetiza a la perfección su espíritu, en la que es el propio Starkweather quien repasa en primera persona su trayectoria criminal y se pregunta, sin éxito, qué motivo hay tras sus actos, en qué lugar está la raíz que alimenta toda la maldad de este mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Normelvis Bates
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