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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
5
Comedia. Romance. Drama Zack y Miri, dos amigos que se conocieron en el instituto, tienen serias dificultades para madurar, por lo que se encuentran agobiados por las deudas. Como necesitan ganar dinero inmediatamente, deciden montar una empresa para grabar cine porno con sus amigos. Durante el rodaje, ambos descubren que sus sentimientos van más allá de la platónica amistad que los había unido desde siempre. (FILMAFFINITY)
27 de noviembre de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vale, a ver si lo he pillado: se coge a un friki de manual (un gafapasta gordo, feo, peludo y con menos criterio a la hora de vestirse que Ágata Ruiz de la Prada) y a la boba y mona compañera de instituto con la que lleva viviendo desde hace años en perfecta armonía sin necesidad de sexo, se les pone en una situación económica límite (con, ejem, dramático y original corte de agua a media ducha incluido) y se les obliga a estrujarse el cráneo buscando una solución a sus problemas, que el gafapasta (asqueroso, sí, pero inteligente y mordaz como mandan los cánones del buen friki) encuentra, cosa por lo visto de lo más transgresora, en rodar una peli porno con actores aficionados. Internet y el boca a oreja harán el resto: el gorila gafoso y la guapa tonta, en pleno éxtasis postcoital y con los bolsillos llenos de pasta, podrán ducharse de nuevo, que buena falta les hace, y dejarán de calentarse quemando muebles en un bidón. Si añadimos unos diálogos calculadamente soeces, una visión banal y desacomplejada de las relaciones sexuales, una galería de secundarios excéntricos que incluye alguna antigua celebridad del porno (la pellejuda Traci Lords) y alguna cancioncita de Blondie y los Pixies para aliñar la ensalada, ya tendríamos una –otra- peli indie en toda regla, nada del otro mundo pero correctita, de esas que algunos, que encuentran de lo más provocador repetir hasta el hastío palabras tan normalitas como “chorra”, “culo”, “manola” o “mamada”, bautizan entusiasmados como “frescas”, como si de colonias o sandías se tratara.

Todo va más o menos bien, de hecho, mientras la cosa no pasa de ser una comedia de las llamadas “gamberras”, sanamente procaz y deslenguada y sin grandes aspiraciones, pero empieza a derrapar y finalmente se estampa de morros cuando Kevin Smith decide, de golpe, que hay que dar más profundidad a unos personajes planos como tablas de planchar y que solo funcionan cuando son tratados como caricaturas. Que el friki seboso decida de golpe que el amor ha entrado en su vida como una suave brisa matutina resulta tan creíble como ver a Raúl vestido de azulgrana haciendo cortes de manga en Chamartín, y mete a la peli en una espiral de empalagosa cursilería de la que no logra ya salir y que la hace discurrir, de ñoñez en ñoñez, hasta la gran babeada final, en la que solo faltan unos fuegos artificiales y un violinista meloso.

Me pregunto si Kevin Smith, a fuerza de oírselo decir, ha acabado creyéndose el genio salvador de la comedia contemporánea que desde luego no es y está convencido de que cualquier chorrada que lleve su nombre será aplaudida y jaleada o si es, simplemente, que nadie le ha contado nunca aquel chiste que se pregunta por qué las mujeres ven las pelis porno hasta el final (imagino que conocéis la respuesta: porque creen que al final se casan). No sé, estoy convencido de que de haber conocido este chiste, el amigo Smith se lo habría pensado dos veces antes de escribir el guión de esta peli. Es una intuición.
Normelvis Bates
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