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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
9
Drama Abril de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Fontaine, un joven de 27 años miembro de la Resistencia francesa, que lucha contra la ocupación nazi, es arrestado por la Gestapo para ser interrogado. Fontaine sospecha que va a ser ejecutado y empieza a planear su fuga. (FILMAFFINITY)
11 de diciembre de 2009
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llamadlo “síndrome de Scrooge”, si os apetece. De un tiempo a esta parte me ha dado por dejar que me visiten fantasmas.

A veces me digo a mí mismo que son cosas de la edad, que no es que buena parte del cine actual sea espantoso, que somos yo y mis manías, que voy convirtiéndome en un diplodocus que se huele la edad del hielo. Eres un vejete cascarrabias, me digo, y no es por falta de tiempo por lo que apenas pisas una sala de cine, sino porque cuando lo haces sueles salir enfurruñado, por no decir cagando leches y de mala hostia. Te engañas, carcamal, y aunque lo que acabas de ver te parezca un producto tontorrón y tramposo y henchido de recursos facilones para epatar y aturdir los sentidos de los espectadores (y de no pocos críticos) sólo hay que fijarse en sus caras para darse cuenta de lo que equivocado que estás. Míralos, si salen contentos como castañuelas. Petardeantes palomitas bien untadas de vaselina de colores, ése es el secreto. A ver si te enteras, jodido fósil: lo que pasa contigo es que eres un amargado y un resentido, que chocheas y babeas y has perdido el control sobre tu esfínter. Aprende de ellos o ponte el pañal y las pantuflas y quédate en casita y no nos jodas la tarde, maldito vejestorio.

Pero la edad no perdona y yo no aprendo y sigo, erre que erre, empeñado en revisar viejas películas (hoy toca gabacha y de los cincuenta: cágate, lorito) rodadas en el patético y desfasado blanco y negro que, inexplicablemente, tantos cineastas de prestigio se empeñaron en usar durante largos e interminables años. De modo que me acomodo en el sofá, me arrebujo con una manta y pongo en remojo los sabañones antes de darle al “play”.

Nada más empezar, me temo lo peor: va el tío y dice que no habrá ornamentos, que no quiere filigranas, que sólo quiere contar una historia real tal y como ocurrió. Qué error, qué inmenso error haber empezado a ver esta peli, me digo, pocos minutos después, cuando el tío va y cumple su palabra y me ofrece una lección inolvidable de cine, un cine desnudo de artificios gratuitos y de innecesarios y enfáticos subrayados, un cine que muestra sus cartas desde su propio título y que juega limpio con el espectador hasta que desfila el último de los créditos finales, un cine en el que es tan relevante lo que ocurre ante la cámara como aquello que se nos escamotea o queda fuera de nuestra visión, un cine que aunque resigue las normas y convenciones de un género tan preestablecido y codificado como el del drama carcelario le sirve al autor para emocionar con su sencilla trama, explorando, al mismo tiempo, rincones oscuros de la naturaleza humana puesta a prueba en condiciones extremas. Qué maravilla, qué maldita maravilla, me sorprendo diciendo, burro de mí, cuando termina.

Me pregunto por qué ya nadie hace pelis como ésta. A quién le importa, me digo: ahí está, ahí quedará. Y dejo que pasen al salón un puñado más de viejos y ateridos fantasmas. Que por mí no pasen frío.
Normelvis Bates
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