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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
7
Comedia A causa de una bomba sin explotar de la II Guerra Mundial se descubre un documento enterrado en Pimlico, una zona específica de Londres. El papel es un tratado que afirma que dicho barrio pertenece a la Borgoña francesa. Tan sorprendente descubrimiento provoca que la "Sección Pimlico", una pequeña comunidad en medio de Londres, se proclame independiente de Inglaterra e intente actuar como tal. (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2009
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos años después de la Segunda Guerra Mundial, un puñado de hombres decidió que había llegado la hora de hacer sonreír al mundo. Tipos como T.E.B. Clarke, Alexander Mackendrick o Alec Guinness escribirían, dirigirían e interpretarían pelis de humor que partiendo de situaciones más o menos chocantes e incluso delirantes e inverosímiles, y recurriendo con maestría al humor negro, el absurdo o la caricatura, conseguirían, paradójicamente, retratar con mordaz realismo las aspiraciones y frustraciones de la sociedad británica de su tiempo. Así nacieron las justamente famosas comedias de la factoría Ealing.
La premisa argumental de “Pasaporte a Pimlico” es, como en tantas otras ocasiones, auténticamente descabellada: una bomba alemana no detonada que unos niños hacen estallar pone al descubierto la existencia de unos documentos que, según una alocada historiadora (la gran Margaret Rutherford; no entiendo que su nombre no aparezca en la ficha de la peli), avalan la pertenencia del barrio londinense de Pimlico al Ducado de Borgoña y el consiguiente derecho de los habitantes de ese barrio a independizarse del Reino Unido. Empieza de este modo un tira y afloja entre el gobierno británico y los improvisados responsables de ese nuevo estado fantasma, donde las severas restricciones y obligaciones de la posguerra quedan abolidas, convirtiéndose de este modo en un paraíso para estraperlistas y otras gentes de mal vivir, que empiezan a inundar sus calles, desafiando la autoridad inglesa sobre el barrio.
“Pasaporte para Pimlico” no se cuenta entre las mejores obras de la Ealing, no puede equipararse a “Oro en barras”, “Ocho sentencias de muerte”, “El hombre del traje blanco” o “El quinteto de la muerte”. Aunque la película arranca bien, va perdiendo fuelle a medida que pasan los minutos, al conjunto le falta consistencia y carece de la profundidad satírica de las obras antes citadas. Es, en cualquier caso, una comedia tan vivaz y falta de pretensiones que acaba ganándose sin demasiado esfuerzo la simpatía del espectador, y supone, por otro lado, una buena oportunidad para ver en acción a un conjunto de estupendos actores, liderados por Stanley Holloway, una presencia habitual en todas la pelis de la Ealing, y de comprobar lo necesitados que estaban los ingleses de dejar atrás definitivamente la guerra y sus secuelas (la peli está dedicada, muy significativamente, a la "memoria de los años del hambre”), de hacer catarsis de sus padecimientos y desdichas, de tomarse una pinta a la hora que les viniera en gana, de comprarse unas medias “de auténtico nylon”, de saltarse a la torera los racionamientos y vivir la vida de una puñetera vez. Y Pimlico representa, en ese sentido, el sueño más preciado de todo inglés de aquella época.
Normelvis Bates
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