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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
9
Drama Tres mujeres reciben una carta de una amiga llamada Addey Ross en la que les dice que se ha fugado con uno de sus maridos. A partir de aquí veremos las dudas y los temores de las tres esposas sobre sus respectivos matrimonios, en una narración articulada en flashbacks en los que vemos diversas escenas de sus matrimonios. (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2010
39 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque pueda parecer lo contrario, la auténtica víbora de “Carta a tres esposas” no es Addie Ross. No es ella, en realidad, quien planea su fuga con el marido de una de sus tres mejores amigas ni quien se regodea mandándoles una carta con el único fin de tenerlas sufriendo durante un día entero hasta que puedan comprobar, al llegar a casa, si sus respectivos esposos siguen o no en ella. La auténtica víbora aquí es el mismísimo Doctor Maligno, Joseph L. Mankiewicz, quien, con la ayuda de su Mini-Yo, Vera Caspary, autora también de la novela que inspiró “Laura”, firma y dirige una historia que es una auténtica apología de la tortura psicológica y el más cruel y refinado encarnizamiento con los personajes de ficción.

La sofisticada e irresistible Addie Ross es tan sólo una excusa, el medio del que se sirve la dañina y retorcida imaginación de Mankiewicz para inocular el veneno de la sospecha en tres mujeres que, pese a ser amigas, son diametralmente distintas entre sí, y obligarlas a enfrentarse consigo mismas, con unas vidas en apariencia acomodadas y firmemente asentadas sobre poderosos cimientos pero que, bajo la banal y despreocupada superficie que las convenciones sociales exigen, se adivinan insatisfactorias y vacías.

Para asegurarse de que su acerada crítica de la institución matrimonial encuentra su objetivo, Mankiewicz ubica la acción en una pequeña comunidad que todo espectador americano de la época podía identificar con la suya y configura las parejas con un variado abanico de personajes, astutamente combinados entre sí para que, a pesar de su aparente compenetración, el espectador perciba que no acaban de encajar del todo: un escritor y profesor de insobornables principios y una exitosa autora de folletines radiofónicos; un mundano y elegante hombre de negocios y una granjera tímida e insegura; el dueño de una cadena de grandes almacenes y una guapa y joven (y tal vez oportunista) empleada suya. El nombre de Addie Ross, más que a un ser de carne y hueso, se refiere en realidad al invisible peligro de ruptura que las tres mujeres, cuyas aspiraciones personales parecen colmadas, sienten acechando en las grietas de sus relaciones de pareja.

Muy inteligentemente, Mankiewicz renuncia a los sermones, se esconde y, mediante el socorrido recurso del flashback y con la inestimable ayuda de la meliflua voz en off de Addie Ross, deja que sean ellas mismas las que pasen revista a su vida conyugal y descubran la fragilidad de los hilos que en realidad sostienen sus matrimonios. Cuando cada una de ellas se da cuenta, angustiada, de que tienen motivos de sobra para ser la abandonada, puede oírse, de fondo, la malévola risa del Doctor Maligno, escondido entre los bastidores de una trama que, bajo su apariencia de comedia ligera perfumada con dry martini y a pesar de un final engañosamente reconfortante y amortiguado, dispara flechas envenenadas contra los mecanismos que regían el éxito y la consideración social en la América de posguerra.
Normelvis Bates
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