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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
5
Serie de TV. Drama. Comedia Serie de TV (1981). 19 episodios. Bea, Javi, Pancho, Desi, Quique, Tito y Piraña son unos chavales de diversas edades y procedencias que veranean en la localidad de Nerja (Málaga). Allí pasarán un verano inolvidable, entablando una especial amistad con los adultos Chanquete, un pescador del lugar que vive en un barco, y Julia, una pintora bohemia y melancólica, con los que compartirán muchas de las aventuras, emociones y descubrimientos ... [+]
27 de febrero de 2012
17 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como sabe muy bien mi nuevo ángel de la guarda, si Hitchcock hubiera dirigido “Verano azul” lo habría hecho, sin duda, copiando a alguien, probablemente a Siodmak, y Chanquete, en vez de en “La Dorada”, habría vivido en un viejo barco pirata y se habría pasado el día haciendo volatines en cubierta en compañía de un enano mudo y musculoso. Convertidos en orgullosos protomártires de la lucha gay, Chanquete y su amigo se habrían enfrentado a pecho descubierto a las fuerzas públicas del pueblo, que, en vano, les instarían a cañonazos a que arriaran la bandera arco iris del mástil de su barco. La rubia pintora Julia sería cleptómana, odiaría el color rojo y se despertaría, tras una noche de borrachera, acusada de asesinato y obsesionada con el número 326. Habría hipnotizadores y sueños brumosos y y una red de pérfidos saboteadores, y cuando Adolf Hitler apareciera en bermudas en una solitaria cala de Nerja, Chanquete le arrojaría sin éxito su acordeón a la cabeza, aunque a quien recuerde en realidad todo eso sea a Fritz Lang, nada extraño viniendo del Gordo.

De haber sido Clint Eastwood el director, sin embargo, tengo claro que Chanquete no tocaría el acordeón sino la armónica y que los niños no irían de vacaciones a Nerja sino al desierto de Tabernas. Ataviados con ponchos y sombreros y fumando un purito tras otro, los niños se dividirían en dos bandos y se irían exterminando los unos a los otros a golpe de rastrillo de playa hasta que sólo quedaran en pie sus respectivos jefes, Javi y Pancho, y el oscuro objeto de su deseo, la bella y desdeñosa Bea. Entonces, bajo el tórrido sol de agosto y tras un largo y extenuante cruce de miradas escrutadoras, los dos muchachos se matarían mutuamente en la calle principal de un pueblo fantasma, entre el ulular del viento y las inquietantes y misteriosas notas de la armónica de Chanquete, que desaparecería como un fantasma en el polvo del camino, dejando al tabernero Frasco la ingrata tarea de enterrar a los muertos y a la pobre Bea compuesta y metida a monja, sin novio y a lomos de una mula, con la secreta esperanza, eso sí, de montar muy pronto algo un poco mejor.

No fueron, en todo caso, ni Hitchcock ni Eastwood los directores de “Verano azul”, sino don Antonio Mercero, de modo que lo que hay aquí es una colección de mohosas y ajadas postales de la España posfranquista que conviene atesorar, sin sacarlas de ahí, en el confortable baúl de los recuerdos infantiles, porque una vez expuestos a la luz solar el hedor a naftalina se hace insoportable y se queda uno empachado de chistes bobos, sensiblería a chorro y estomagante y curil moralina fumigada en vuelo rasante, como en “Con la muerte en los talones”. A no ser, claro, que antes que a Hitchcock o Eastwood se prefiera a Mercero y que antes que a Herrmann o Morricone se prefiera al gran Bruno, cima musical de “Verano azul”, cuyo nombre real era Gonzalo y que mora ahora en las sombras, las mismas en las que vive y me vigila mi dulce ángel de la guarda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Normelvis Bates
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