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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
6
Comedia. Drama En Nueva York, dos matrimonios se reúnen, en principio de manera civilizada, para hablar de la reciente pelea que han tenido sus hijos en un parque. Pero el encuentro se complicará hasta límites insospechados... Adaptación de la obra teatral homónima de la autora francesa Yasmina Reza. (FILMAFFINITY)
21 de febrero de 2012
94 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, ha ocurrido. Críticos puestos de rodillas y lamiendo el suelo a sus pies. Multitudes de sesudos cinéfilos sacándole en hombros del cine, arrojando pétalos de rosa a su paso, tratando de tocar su túnica con la punta de los dedos. Palabras y más palabras de loa y agradecimiento: gracias mil, amigo Roman, por una auténtica obra maestra, por tu certera y ácida radiografía del lado oscuro de la civilizada sociedad occidental, por tu negro sentido del humor, por este atrevido “tour de force” entre cuatro paredes y en tiempo real. Qué timing, qué precisión, qué risa, dios mío. Gracias, oh Roman, gracias mil.

No es que me moleste que se admire el innegable talento de Roman Polanski, sobre todo cuando es merecidamente, pero no deja de ser irritante esa costumbre, que crece en adeptos a medida que las salas de cine se van despoblando de auténticos maestros, de recibir entre babas las obras de ciertos directores, sobre todo de edad avanzada, como si al ser generoso a la hora de valorarlas se estuviera reconociendo algo más que la calidad de una peli concreta. Hay autores, por decirlo en plata, con los que, por si las moscas, está bien visto ser servil antes de que palmen. Muchas de las críticas que se pueden leer sobre esta y otras películas son simples ejercicios de coba que dan la impresión de haber sido escritas con el piloto automático y le dejan a uno la misma sensación que esos fariseos Oscars honoríficos a toda una carrera, invariablemente recibidos con un cerrado aplauso y la misma gente que durante años ninguneó al homenajeado puesta en pie con una sonrisa de oreja a oreja. Disculpad, por tanto, que este seguidor casi incondicional de Roman Polanski no se una a vuestra ceremonia y se quede sentado y hojeando un libro de John Cheever mientras vuestras palmas recuperan su temperatura normal.

“Un dios salvaje” no es una gran película. No es ni siquiera una película notable. De llevar otra firma, se la consideraría la obra prometedora de algún joven autor, tal vez venido del mundo del teatro, con mucho que aprender, un simple esbozo de lo que podría hacer en el futuro. No ofrece nada nuevo ni especialmente destacable, ni en el plano formal, inscrito en una tradición muy asentada en el cine, ni en el temático, donde no pasa de ser una variante más, no especialmente distinguida, de un tema recurrente tanto en el cine como en la literatura del siglo XX; en ese aspecto concreto, de hecho, mordisquea y roe como un hámster, es un simple juego de niños. Frente a unas interpretaciones en general notables, aun con momentos de sobreactuación, pesan demasiado lo estereotipado de los personajes y los giros propios de la obra teatral, lastrados por su artificiosidad, que chirrían cada vez que se traducen a términos cinematográficos, como ese whisky mágico que después de dos sorbitos saca a flote lo peor de cada uno y prepara el terreno para el clímax dramático final. Como si Papá Pitufo fuera escocés y nosotros fuéramos y nos lo creyéramos.
Normelvis Bates
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