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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Intriga Cuando el Estado intenta expropiar su plantación para construir una autopista, Charlotte Hollis (Bette Davis), una rica solterona del Sur que lleva treinta años recluida llorando la muerte del hombre amado, pide ayuda a su prima Miriam (Olivia de Havilland) y a su viejo amigo Drew (Joseph Cotten). (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2010
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charlotte es la hermana pequeña de Baby Jane, y, como es natural pero no del todo justo, se ha visto expuesta, desde hace casi medio siglo, a ser continuamente comparada con su prodigiosa hermana mayor. Pero eso no debería ser así. Ella no tiene la culpa, al fin y al cabo, de que sus padres, cuando Baby Jane se fue, tomaran prestado su maquillaje, la vistieran con sus ropas, compusieran para ella una canción, le compraran un cuchillo de carnicero y la mandaran a Louisiana. Ella no pidió nada de eso. La única cosa que pide Charlotte a gritos, lo que de veras la hace enloquecer, es que la juzguen por sus propios méritos y no por los de Baby Jane.

Y no son pocos esos méritos. La excelente y tenebrista fotografía en blanco y negro de Joseph Biroc, sin ir más lejos, no debe ser comparada con nada ni nadie para ser tenida en muy alta estima. Sus densas sombras y sus inquietantes contrastes juguetean malévolamente en la mente del espectador y crean una atmósfera irreal, malsana y perturbadora en la que los acontecimientos, ubicados en el mundo ya de entrada decadente y fantasmagórico de las viejas mansiones sureñas, adquieren trazos de pesadilla. En esa telaraña opresiva y enfermiza, de cuento de Poe, tiene mucho que ver también la sabiduría de Aldrich al ubicar la cámara, buscando planos atípicos y desasosegantes, con preferencia por tomas anguladas, cenitales y contrapicadas, que subrayan poderosamente la profunda inestabilidad de la protagonista y acentúan las ambigüedades y claroscuros de los móviles de quienes la rodean.

El argumento, por otro lado, es tan rocambolesco que uno está tentado de creer, en varias ocasiones, que se trata de una broma macabra de Aldrich, quien parece pasarlo en grande asumiendo sin complejos los lugares comunes del terror gótico, recreándose en los detalles morbosos y truculentos y buscando constantes giros y grandguignolescos golpes de efecto que, a pesar de que remiten a lo más trillado del terror gótico (espejos rotos, clavicordios, tempestades, miembros y cabezas cortadas,), dejan tres o cuatro momentos realmente espeluznantes, inseparables de la inquietante melodía de la canción que da título a la película, en diversas y distorsionadas variantes. A pesar de ello, en su tramo final Aldrich pisa demasiado el acelerador y fuerza de tal modo la credulidad del espectador a base de giros y más giros que está a punto de mandarlo todo a paseo.

Tal vez me equivoque, pero la elección de Olivia de Havilland (especialista en papeles de modosita damisela) y Joseph Cotten (el bueno en “Luz que agoniza”) para sus papeles en esta peli me suena también a broma, como esa desmelenada ama de llaves que interpreta Agnes Moorehead. La única elección indiscutible es, por supuesto, la de Bette Davis como la nueva Boo Radley, reina absoluta de una peli que hace del exceso virtud y que no merece, en suma, vivir por más tiempo a la sombra de su hermana mayor. Al César lo que es del César, y a Charlotte lo que es de Charlotte.
Normelvis Bates
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