Glass, la última película de M. Night Shyamalan, viene a cerrar la inesperada trilogía que comenzó hace 19 años con lo que en España se llamo "El Protegido" (Unbrokeable) pero que tiene más sentido traducirla literalmente como "Irrompible", pues le da sentido al resto de las películas que la continúan (Múltiple y Fraccionado).

Los actores están maravillosos todos, pero caben destacar un titánico James McAvoy y un Samuel L. Jackson en estado de gracia.

Esta película es una fábula, una oda de amor del cine a los cómics pero con un material original, un canto a la superación para todos aquellos que renacen de la tragedia. Glass, deja poso y te hace reflexionar. Juega contigo y según la ves caes en su juego, te fracciona, te lleva a ver por convicción social lo que es lógico, trivial y vulgar, que no existen los milagros, que de la tragedia no surgen los superhombres ni la fuerza para afrontar grandes retos. Glass te va a voltear, y al final si de verdad te consigue conmover, te marca, te llega y te hará creer lo que necesites creer.

Glass no es un espectáculo, es una cuestión de fe.