Con su décima película Michael Bay se pasó a la comedia, suena raro decirlo, pero el director que más ha abusado del género de acción comercial ha decidido reinventarse. Como si de una broma se tratara, Pain and Gain se convierte en una minuciosa recreación de un turbio episodio de mediados de los 90 en Florida. El secuestro y robo por parte de unos delincuentes de pacotilla de un empresario de origen Colombiano. La historia no tendría ningún interés si no fuera por la potente carga autoparódica que tiene el film. Una banda de culturistas decididos a triunfar en la vida aunque sea robándoles ese sueño a otras personas. Lo gracioso del asunto es como perpetran el delito con sus pocas neuronas, un entretenimiento largo y excesivo, pero que en ningún momento aburre.

Entre este elenco de cabezas huecas destaca Mark Walhberg, el ideólogo de este gran plan, y los dos socios que recluta, el joven Anthony Mackie -que se dio a conocer con la multipremiada En Tierra hostil (2008)-y el sempiterno The Rock, que no para de trabajar añadiendo nuevos registros a su hipertrofiada figura. El reparto se completa con una cantidad bastante grande de secundarios, la aparición estelar de Ed Harris y el innegable histrionismo de Tony Shalhoub, bregado durante años en la serie Monk (2002).

Michael Bay se ha dado un caprichito, consciente de que seguirá ligado durante mucho tiempo a la saga Transformers (2007) , se ha permitido narrar una historia real, la más extraña posible eso sí, de la búsqueda del sueño americano. Por el camino el relato se salpica de escenas rocambolescas con enredos dignos del gran Tarantino, juguetes eróticos e implantes de silicona claves en la trama. Sin duda Bay va a callar muchas bocas con esta película, ojala tuviera más oportunidades de salirse de la comercialidad más encorsetada.