Tenía muchas ganas de ver "El Menú", no solo por lo llamativo de la historia en una sociedad donde la alta cocina se ha hecho un hueco tan importante gracias, en gran medida, al protagonismo que se le ha dado en documentales y reality shows, sino por contar con tan buen reparto. Las expectativas estaban altas y, si bien la película está bastante bien, creo que se queda a medio gas.

La historia se centra en un grupo de personas influyentes en sus respectivos campos que son invitados a una isla remota a cenar en un restaurante regentado por uno de los más prestigiosos chefs del momento. Sin embargo, esta invitación envenenada esconde intenciones mucho más oscuras que deleitar a los comensales con grandes sabores y texturas. La historia, a medida que avanza, se vuelve bastante más truculenta y tiene algún giro de guion bastante decente. Sin embargo, dada su premisa, pasado algo más de la mitad del metraje el guion se frena y, durante algunos momentos, la cinta se hace algo monótona y pesada. Afortunadamente, en su tercio final retoma buen ritmo y vuelve a inmergir al espectador.

Uno de los puntos más fuertes del guion son las críticas que encierra no solo hacia el mundo de la alta cocina, sino a muchos otros gremios; incisivas y muy duras en muchos casos, no dejan de reflejar en gran medida la sociedad superficial en la que vivimos actualmente.

Dejando a un lado la historia, el otro gran peso de la calidad de esta película recae en los hombros de su reparto. No creo que nadie pueda poner en tela de juicio la calidad actoral de su pareja protagonista (Anya Taylor-Joy y Ralph Fiennes), quienes han demostrado en numerosos papeles que han elegido la carrera correcta, y este no es una excepción. Sus constantes tira y afloja y la evolución de su relación complementa perfectamente el hilo central de la historia, hasta llegar a un clímax que, si bien puede resultar simplón y en cierto modo predecible, no deja de ser acertado. El resto del reparto está también muy en su sitio, con personajes variopintos que resultan desagradables en mayor o menor medida, especialmente el encarnado por Nicholas Hoult, repulsivo en la gran mayoría de sus apariciones.

Del resto poco más se puede decir. La dirección y fotografía son bastante correctas. Al desarrollarse la película casi en su totalidad dentro del restaurante, el aspecto técnico no debe suponer grandes desafíos. Destacar la presentación y explicación de los platos que se presentan a lo largo de este peculiar menú: hilarantes por lo bien que reflejan la realidad.

En definitiva, es una película interesante, recomendable y entretenida en su mayor parte pero que se podría haber exprimido más.