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Voto de jastarloa:
7
Drama. Fantástico Alice (Emily Beecham) es una madre soltera que cría plantas en una empresa que busca desarrollar nuevas especies. Es la responsable del exitoso último diseño de su compañía: una bella planta de gran valor terapéutico: si se encuentra en las condiciones óptimas, garantiza a quien la consuma sentir algo parecido a la felicidad. Un día, Alice decide ir en contra de las normas de su empresa y lleva una planta a Joe (Kit Connor), su hijo. ... [+]
3 de mayo de 2020
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película en realidad juguetona, mucho más sugerente de lo que aparenta por la narrativa lánguida de su realizadora. Posiblemente entre mucho mejor en la propuesta el espectador que tenga muy presentes las referencias de clásicos como “El pueblo de los malditos” o “La invasión de los ultracuerpos”. Está claro que es otro enfoque, más femenino y menos académico, sobre la misma idea.

Tiene mucho cuidado de aprovecharse de las elipsis y de unos personajes ambiguos para crear incertidumbre, para permitir que el espectador pueda elegir entre dos interpretaciones de todo lo que está ocurriendo. Se podrá ver como la reacción negacionista de una madre ante la desconexión con su hijo, o bien como si el destino de la humanidad se estuviera decidiendo en el jardincito de la abuela. O mucho me equivoco, o la mayoría de nosotros sacará a relucir su perfil más conspiranoico. Quizás alguien con más inquietudes que las mías en el campo de la psicología profesional se decante por lo contrario.

Indirectamente, plantea muchas preguntas interesantes. ¿Podría ser la felicidad la pérdida de todo sentimiento humano? ¿Importaría tanto perder nuestra identidad, convertirnos en hormigas zombie esclavas de su pulgón? ¿Acaso no estamos ya buscando eso con las drogas, los videojuegos, las redes sociales… los radicalismos políticos? No son cuestiones nuevas, ni baladíes, pero nunca está de más replantearlas.

El problema que puede tener es lo extremo de su desarrollo estético y narrativo. La imagen salta bruscamente entre lo aséptico (el centro de trabajo) y lo colorido (el hogar); la música entremezcla el sonido suizen japonés con ladridos de perros y un soniquete parecido al chiflo del afilador ambulante (decir “arriesgado” es lo mínimo que se me ocurre); los sentimientos de la protagonista, que se debate entre su maternidad y su profesión, entre destruir el trabajo de una vida o reconocer su probable locura, podrían haber aflorado intensamente en muchas escenas, pero se ven constantemente coartados por la directora (algo claramente intencional). Si alguien le cuelga el cartel de inaccesible a Hausner, puedo llegar a comprenderlo.
jastarloa
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