En un gran comienzo se ataca directamente a la política mediática y tramposa a través de unos personajes caraduras capaces de cualquier cosa con tal de desviar la atención sobre un escándalo sexual que amenaza con desbancar al actual presidente en las inminentes elecciones; y de refilón, al no menos jeta mundo del merchandising y del espectáculo. Pero hay un punto de inflexión, situado hacia la mitad, a partir del cual las ácidas críticas se repiten sin aportar nada más que aparatosos intentos por complicar una trama que ya no daba más de sí. Esa segunda parte se sostiene sólo por las ganas que uno tiene de ver el desenlace y por el desternillante personaje de Harrelson.