El hijo de un matrimonio muy católico pierde a su madre y su padre se mete a cura. Luego le coge por banda una loba que lo trastorna y el guaje se mete en una banda que practica el deporte de fotografiar las bragas a las chicas... Con ese comienzo, la historia puede acabar en cualquier sitio, sobre todo si, como es el caso, la película dura cuatro horas. La verdad es que no aburre, lo que no es poco mérito. Se suceden peleas de kung-fu, escenas sangrientas y de amor, cambios de personalidad, hasta el esperado final. Es interesante pegar un repaso al abundante muestrario del cine oriental actual. Resulta muy oxigenador.